lunes, 8 de septiembre de 2008

Las 4 etapas de cumplir 40

Te lo cuento al estilo Brecht: " Ignoraron a los bebés y no me importó , porque no era bebé. Regañaron a los varones y no me importó, porque yo era niña. Castigaron a las niñas y no me importó, porque yo ya era adolescente . Criticaban a las adolescentes y no me importó, porque yo ya era adulta . Hicieron sentir como viejas a jóvenes mujeres de 40 y no me importó , porque yo todavía no tenía 40. Pero ahora ya es tarde. El peluquero me dice que no tiene turno. Tendré que ir al trabajo con las raíces crecidas , y se me acabó el Fancy Full. Ahora tengo 40 y nadie lucha por mi" Hay una sola manera de redimirse y lograr el perdón : leer este blog. Solo reconciliándote con la realidad , maquillándola, enrulándola, disfrazándola por aquí y por alla, echándole desodorante de ambientes y retocándola con Photoshop, puedes vivir el aquí y ahora. No busques la plenitud. Plenitud es solo una marca de toallas absorbentes para la incontinencia. Y no es bueno vivir el aquí y ahora si llueve, hace frío y se acabó el café. En ese caso siempre es mejor vivir en el Después y Allá. Esto indica que el después siempre es mejor. Después de los 40 comienza la etapa en que vale la pena vivir . Ya nadie logra engañarte, te las sabes todas y nadie te vende espejitos de colores. ¡¡¡¡Buaaaaa, con lo lindos que eran!!!! No llores. Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán verte las canas. No, no desesperes . Es cierto que lo mejor es ser joven y bella, que vieja y fea . pero ecuerda que de joven la pasaste horriblemente: te sentías gorda e insegura y no tenías ni un solo vestido como la gente .Una cosa es segura : siempre es mejor tener 40 que estar muerta, salvo que seas Marilyn , que en las fotos parece pasarla genial. Y ya que te toca estar viva ...¡ Bienvenida a la realidad de los 40, que no se puede cambiar ! Dicen los expertos en decoración de interiores que los defectos que no puedes cambiar hay que ensalzarlos, decorarlos más, destacarlos y hacer como que lo has puesto a propósito. Todo este libro en blog que narra las obsesiones, penurias y alegrías de la cuarentona está puesto terriblemente a propósito . ¡Brindemos por los próximos 40! ¿ Sabes que lindo será llegar a los ochenta, cuando ya no hay más nada que ocultar? ...¡ qué alivio! ¡Animo, que estas hecha una niña! Si te quejas de lago hoy, recuerda que dentro de 20, 30 años, veras las fotos de este dia y dirás :"¿Y yo me sentía vieja ? ¡Pero qué pedazo de estúpida, era una niña!" Disfruta la vida y quierete ahora, como para no odiarte a los 80 por haber desperdiciado la flor de la edad. Este blogs te da tips para entender, sobrevivir y aprovechar este momento en que los hombres caen rendidos a nuestro pies. Bueno...Arjona, el de " Señora de las cuatro décadas" seguro .Ahora , ¿ lo tenia que decir tan crudamente? ¿ No podría haberle puesto " Señora de los 38 años, que pareces de 29", como para disimular un poco y quedar mejor con nosotras? Ay, Arjona, Arjona....¡No sabes nada de mujeres!

Bienvenidas a los 40 , una década para darse los gustos

El número 40 siempre se usó para indicar “gran cantidad”: —“En el teatro me dijeron que quedaban más entradas, y yo vi que tenía como 40. “ —“No digas que no comiste nada, porque en la lata faltan como 40 galletas.” —“Esperé 40 minutos y no vino nadie.” —“El primer premio es de 40 kilos de chocolate.” —“¡A Pablito le saqué 40 piojos de la cabeza!” — “ Vayamos a otro lado : aquí el menú sale 40 pesos” . — “No se preocupe, señora: le entregamos la heladera en 40 dias” A los 15 años una se puede pasar una mañana entera depilándose las cejas. A los 20 podíamos pasarnos una tarde entera depilándonos las piernas. A los 30 perdíamos el día depilándonos las axilas . A los 38 pasábamos una semana entera depilándonos las canas. Y a los 40 nos damos cuentas de que nadie se fija en nuestros pelos y que perdimos demasiado tiempo en ellos . Entramos en esa etapa en la que hay más probabilidades de que si un hombre nos sigue por la calle esté más interesado en nuestro bolso que nuestro culo. Por eso a los 40 empezamos a cuidar a nuestro bolso más que a nuestra castidad . A los 40 una empieza a distinguir lo superfluo de lo importante, y lo importante de lo imprescindible. Es superfluo amargarse por tener un granito en la nariz, es importante cuidar el nivel de colesterol y es imprescindible encontrarse con las amigas por lo menos una vez al mes.. En esta etapa de la vida sabemos que más vale desarrollar la mente y el espíritu que desarrollar los músculos abdominales. La mente siempre se quiere desarrollar, pero los abdominales abandonan a mitad del ejercicio! Según las estadísticas, las mujeres de 40 tenemos por lo menos 40 años más por delante para disfrutar a pleno. Por eso, más vale que los disfrutemos con moral alta, sonrisa plena y un corte de pelo que nos tape las arrugas de la frente . Mejor que ser una joven frustrada es ser una mujer madura que se acepta a sí misma. A esta edad una empieza a hacer las paces con la vida: esto es lo que hay, y hay que acostumbrarse. Mirando la foto del cumpleaños de veinte, decimos: “¡Mira que linda que era yo, y no lo sabía!”. ¡Muchacha, dentro de 40 años veremos una foto de hoy y diremos lo mismo! Aunque no te des cuenta, hoy mismo estás en la flor de la edad. ¿ Qué tal si la empiezas a disfrutar a pleno?

Te canto las 40 : Mujeres en la flor de la edad- Indice

TE CANTO LAS 40 INDICE Indice Prólogo para mujeres en flor ¡Crecer no era tan terrible! ............................................................................... 1 Capítulo1 :La edad de la libertad De sueños, deseos, complejos, culpas, balances y libertades.......................................................4 Capítulo2 :Poniendo el cuerpo De arrugas, dietas, celulitis, liftings, gimnasios, gafas y perimenopausia precoz..................28 Capítulo3 : Y yo con estos pelos De canas , tintura, tijeras , rulos y extensiones................................................................52 Capítulo4 : La imagen ante todo De tejanos ajustados, minifaldas ultracortas, maquillajes neutros y bijouterie barata .............61 Capítulo5: Cuestión de mentes dementes Emociones,alegrías, frustraciones, olvidos y papelones..........71 Capítulo 6: ¿Cumpleaños feliz? De pasteles, velas, magos, cotillón y lágrimas.....................................................80 Capítulo7: Trabajar agota De horarios, jefas prepúberes y terribles dolores de pies.....................................86 Capítulo8: Romances al rojo vivo De pasiones, romances, idilios, sexo, sexo y sexo.........................................97 Capítulo9: Maridos en crisis De crisis, depresiones, cuernos y simbiosis...................................................................................................111 Cap 10: Hijos crecidos ...y no tanto De maternidades postergadas, embarazos tardíos y adolescentes insolentes..................... 127 Cap 11 : Amigas que te salvan De charlas, compinches, chismes, compras en liquidaciones y encuentros de egresados................................................125 Cap 12 : Síntomas reveladores ..............................141

Siéntete viva

No existe tal cosa como una mujer vieja. Cualquier mujer de cualquier edad, mientras ame y sea amable, le da al hombre un sentido de lo infinito. Jules Michenet (1859) Siempre ten presente que la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años... Pero, lo importante no cambia: tu fuerza y tu convicción no tienen edad. Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña. Detrás de cada línea de llegada hay una de partida. Detrás de cada logro hay otro desafío. Mientras estés viva, siéntete viva. Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas... Sigue, aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que, en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando, por los años, no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el bastón. ¡Pero, nunca te detengas! Madre Teresa de Calcuta

Prólogo para Mujeres en Flor

Prólogo para mujeres en flor -Para los roles protagónicos, buscamos mujeres de una edad determinada: los 40. Con la excepción de Eva Longoria, que tiene 31. Las de cuarenta me resultan fascinantes: no ocultan su edad, son seguras, sexy e interesantes.- Marc Cherry , autor de “ Amas de casa desesperadas” "De corazón te digo que la madurez – al menos en mi caso - ,mucho más feliz que la juventud Nunca antes estuve tan entretenido y tan poco preocupado como ahora”- George Santayana Seamos honestas: nadie en su sano juicio agradece envejecer. Por más que nos digan que cada etapa se disfruta de manera distinta, que el tiempo no pasa en vano, que hay que dejar espacio a los jóvenes, esto de dejar de ser una jovencita es un hueso duro de roer. Aunque ya no seamos unas niñas, nos parece que fue ayer que tuvimos 14 años. Por dentro siempre seguimos sintiéndonos igual que cuando éramos ninfas, porque vivimos una existencia en la que los años duran minutos y los minutos son eternos, especialmente cuando estamos esperando que nuestro hijo salga del baño o nuestra peluquera nos saque la cabeza de la pileta de lavado. Cada vez que una amiga nos recuerda que hace treinta años que la conocemos, lo primero que nos sale es una negación absoluta: “ No puede ser que haya pasado tanto tiempo. ¡Si yo soy una niña!” Lo segundo que nos sale es: “ ¡Cierra la boca! ¿ Qué tienes que andar contando décadas?” A mí me parece que fue ayer que tenía 17, 21 o 25 años, que me veía la cara fresca y lisa como una ciruela en el espejo, y pensaba: “Yo no puedo creer que un día toda este piel se me llene de arrugas. Si eso me pasa, prefiero morirme”. Cosa curiosa: arrugada y todo, ¡prefiero seguir viviendo! Lo que demuestra que de niña era muy tonta y de mayor soy mucho más sabia. O cuento con más instinto de supervivencia. Me consuela recordar que me amargué los 20 pensando que ya no tenía 14, me arruiné los 30 pensando que ya no tenía 20, y ahora, a los 40, miro fotos mías de cuando tenía 30 y pienso “¡ Qué desperdicio de tiempo amargándome! ¡ A los 30 era una niña y no me daba cuenta!” Ahora sé que a los 94 diré: “¡No saben lo bien que estoy ahora en comparación con la cara que voy a tener a los 102!”. A los 15 años una se puede pasar una mañana entera depilándose las cejas. A los 20 podíamos pasarnos una tarde entera depilándonos las piernas. A los 30 perdíamos el día depilándonos el cavado y el bozo. A los 38 pasábamos una semana entera depilándonos las canas. Y a los 40 nos damos cuentas de que no valía la pena perder tanto tiempo depilándose, porque nadie se fija en nuestros malditos pelos. Las mujeres siempre nos debatimos entre tener la autoestima demasiado alta o tenerla demasiado baja. Y en los dos extremos nos quejamos, porque no encontramos a nada ni nadie lo suficientemente bueno como para una, o porque creemos que no somos lo suficientemente buenas para nada ni nadie. Recién después de los 40 encontramos el equilibrio justo: somos lo que somos. Entramos en esa etapa en la que una se peina y maquilla antes de mirarse al espejo —para no asustarse demasiado—, en la que sabemos que si un hombre nos sigue por la calle no le interesa nuestro culo sino nuestra bolsa, por lo cual optamos por cuidar más a nuestra bolsa que a nuestra reputración , y renunciamos para siempre a usar tejanos ajustados. Que adem´ñas de nom crearnos nunca , son fríos en invierno y calurosos en verano, y no son el atuendo más adecuado para una dama en la ciudada sino para un mineros en California, caramba . A los 40 una empieza a distinguir lo superfluo de lo importante, y lo importante de lo imprescindible. Es superfluo amargarse por un granito en la nariz, es importante cuidar el nivel de colesterol y es imprescindible ver a las amigas aunque sea una vez por año. En esta etapa de la vida también me di cuenta de que más vale desarrollar la mente y el espíritu que desarrollar los músculos abdominales , que abandonan pr cansancio a mitad del ejercicio. Según las estadísticas, las mujeres de 40 tenemos por lo menos 40 o 50 años más por delante para disfrutar a pleno. Por eso, más vale que los disfrutemos con moral alta, sonrisa plena y un flequillo que nos cubra las arrugas de la frente y disimnule que perdemos pelo Hay algo mucho mejor que ser una joven frustrada, y es ser una mujer madura que se acepta a sí misma. . ¿ Qué mérito tienen ser joven? ¡ Todos lo hemos sido! ¿ Será el mérito de las violetas y las mariposas”Míralas ahora , porque duran poco”? . Tampoco es cuestión de volvernos unas resentidas gritando en un concierto de rock : “ ¡ Ya os marchitaréis , todos vosotros!” A esta edad una empieza a hacer las paces con la vida: esto es lo que hay, y hay que acostumbrarse. En esta edad una empieza a hacer las paces consigo misma. Mirando la foto del cumpleaños de veinte, decimos: “¡Mira que linda que era yo, y no lo sabía!”. ¡Muchachas, dentro de 40 años veremos una foto de hoy y diremos lo mismo! ¿Por qué no aprovechar que hoy, a los 40, estamos en la flor de la edad?

Capitulo 1 : Los 40 son la etapa de la libertad

Capítulo1 : La edad de la libertad De sueños, deseos, complejos, culpas, balances y libertades ¿Cómo se sabe si la fruta está madura? Simplemente porque abandona la rama. André Gide (1903) Un número fuerte Un día estaba esperando a mi sobrino a la salida del colegio y escuché el siguiente diálogo entre dos alumnas de quince años: —¿Qué te pareció la nueva profesor de Matemáticas? —¡Uf! ¡Es una vieja de 40! Casi me muero. Yo estaba por cumplir 34 y no me sentía para nada mayor, y mucho menos una vieja. ¿Cómo podían hablar así esas chicas, decretando que los 40 es el principio de la ancianidad? Sin embargo, recordé que cuando yo era chica y pensaba cómo sería a vivir en el año 2000, imaginaba que en ese año estaría en la decrepitud total del final de mi vida: tendría 40. Ahora que llegué al 2000 sin el overoll plateado termoregulado y autolimpiante que nos prometían los futurólogos estilo «2001, odisea en el espacio», y sabiendo que no podemos viajar con cinturones antigravitatorios a cosechar en la huerta comunal las lechugas hidropónicas que los optimistas auguraban para el siglo XXI, me consuela saber que las mujeres de 40 ni estamos en plena decrepitud ni somos ancianas. Entonces, ¿qué somos? La Organización Mundial de la Salud dictaminó que la adolescencia dura hasta los 25 años. Algunos la prolongan hasta los 35. O sea que si la adolescencia se extiende, las de 40 somos más jóvenes de los que pensábamos. Andy Warhol opinaba que “ya que la gente va a vivir más y a ser anciana más tiempo, basta con que aprenda a ser bebé por más tiempo”. Algunos jóvenes que conozco siguen siendo bebés por más tiempo, lo que nos permitiría a las cuarentonas ser unas jovencitas por todo el tiempo que queramos. ¿O acaso hay algún hombre de 40 que no se piense a sí mismo como un “chaval”? Las mujeres de 40 no nos sentimos tan viejas como nos juzgan las chicas de la secundaria, ni llegamos aún a la crisis de la mediana edad, que empieza a partir de los 50, si una quiere ser centenaria. Las de 40 estamos en plena transición. Ya no somos nenas, pero tampoco somos ancianas.. A los 10 años soñábamos con cambiar el mundo, pero el tiempo nos enseñó que lo más probable es que el mundo la cambie a una. A los 20, lo que más nos preocupaba era divertirnos, tener amigos y que se nos fuera el acné. Los 30 era la etapa de las realizaciones, cuando queríamos hacer pronto todo lo que teníamos pendiente: terminar los estudios, casarnos, tener un hijo, plancharnos el pelo... En ese orden, o en cualquier otro. A esa edad queríamos dejarnos de tonterías y convertirnos en lo que queríamos llegar a ser: esposas, madres o fonoaudiólogas. Los 50 es la edad que no se puede disimular, así que más vale asumirla con alegría. Una de 30 puede vestirse como una de 20. Una de 40, bien producida, puede mentir la edad. Pero, una de 50, sin cirujano plástico, no puede ocultar su edad ni con tres capas de maquillaje, peluca rubia y máscara de Cameron Díaz. Los 50 son, por eso, una edad relajada en la que se suma experiencia y calma: la experiencia de saber que la carrera contra el tiempo ya está perdida y la calma necesaria para asumirlo. Pero, ¿qué pasa con la etapa intermedia de los 40? Los 40 es una etapa tan llena de vicisitudes extrañas, que nadie se anima a hablar de ella. Por eso, los 40 asustan. Además, el número 40 siempre se usó para indicar “gran cantidad”: —En el teatro me dijeron que quedaban más entradas, y yo vi que tenía como cuarenta. —No digas que no has comido nada, porque en la lata faltan como cuarenta galletas. —Este gobierno parece Alí Babá y los 40 ladrones. —Esperé cuarenta minutos y no vino nadie. —Hoy hizo cuarenta grados de sensación térmica. —El primer premio es cuarenta kilos de chocolate. —Me regaló un anillo de diamantes de cuarenta kilates. —¡A Pablito le saqué cuarenta piojos de la cabeza! _ No se preocupe señora, le entregamos la heladera en 40 dias . - ¡He extraviado 40 euros! —Ya estoy harta: ¡le voy a cantar las cuarenta! ¿Cuarenta será mucho? Las Sagradas Escrituras están llenas de “cuarentas” que simbolizan “ muchísimo tiempo”. La Cuaresma son los 40 días de ayuno y penitencia que preceden con la Pascua. Moisés estuvo en el desierto 40 días y 40 noches. El profeta Elías fue alimentado por cuervos durante 40 jornadas. Noé soportó 40 días de diluvio y pasaron otros 40 días antes de que se animara a abrir el Arca. Jesús ayunó 40 días y se le apareció a sus discípulos 40 días después de la Resurrección. En el antiguo derecho inglés, un reo tenía 40 días para compensar su crimen, y una viuda debía permanecer 40 días sin salir de la casa del difunto. Durante el feudalismo, los siervos debían pagar al señor 40 monedas de tributo a menos que construyeran su propia casa en 40 días. Los italianos tienen un enorme prejuicio con esta edad. Todos los números delante del “cuaranta” terminan con “ente” o “enta”( “vente”, “trenta”), pero a partir del 40, todas las otras cifras terminan con “anta”. Por eso, en italiano, “Estoy viejo” se dice: “Ya entré en los años anta”. Hace apenas trescientos años, cuando no había ni rudimentos de medicina moderna, el promedio de vida de las mujeres era de 35 años. Sobre esa base podemos considerar que 40 es mucho tiempo. Antes de esa edad las mujeres morían de parto, por una carie o un resfrío. Aún hoy, en muchas partes de Africa, Asia y América, las mujeres de 30 parecen ancianas y a los 18 se quedan sin dientes. Una chimpancé que crece en un zoológico con todos los cuidados de un veterinario y un cuerpo de cuidadores expertos, a los 40 años es un animal anciano y decrépito. ¿No será que los 40 nos parece mucho porque en alguna parte primitiva del cerebro sabemos que nuestros ancestros sabían que llegando esa edad habían vivido lo suficiente? A esta edad una se sabe amortizada, porque superó el momento de mayor riesgo. Todo el tiempo que siga después de los 40 indica que somos resistentes, saludables, una especie de Highlander femenino: podemos quedarnos tranquilas de que seguiremos viviendo unas cuantas décadas más. Los 40 son la franja etaria más versátil y ambigua. Es como una segunda adolescencia: no somos nenas, pero tampoco somos tan mayores. ¿Es la edad indefinida? De los 20 a los 30, las mujeres entran en un rango amplio de juventud perenne. Todas ellas pueden mentir la edad y llenar las discotecas y conciertos de rock en una sociedad donde ser joven es un atributo tan involuntario como sobre valuado. Hay montones de libros sobre mujeres de 30 y de 50 que hablan de la menopausia y los nietos que nos miran. El mercado editorial está plagado de revistas femeninas cuyo target oficial son las mujeres de 18 a 27. Algunas publicaciones, más hogareñas y gastronómicas, apuntan a las mujeres entre 25 y 35. ¿Y para las de 40, qué? Para las de 40 no hay revistas, ni libros, ni sitios en Internet, ni programas de televisión, ni lugares donde ir a comprar la ropa, ni gimnasios adecuados. Antes de embarcarme en la escritura de este libro rastreé bibliotecas y librerías por doquier para ver qué se había escrito sobre el tema y navegué en Internet noches enteras hasta sorprenderme con el canto de los pajaritos al amanecer. Todo fue inútil. En algún lugar donde perdí la tarde entera buscando bibliografía, un empleado granujiento me bajó, del último estante pegado al techo, dos libros de medicina para mujeres: «La salud de la mujer después de los 40» y «Lo que hay que saber sobre la menopausia». Eran terroríficas versiones sobre la decadencia acelerada en el que entran las mujeres al estrenar la edad del “Cuatro- Cero”. Lo mismo me sucedió buscando material en Internet, ya que dicen que en Internet se encuentra todo... Cuando escribí en el buscador “Mujeres de 40” o “ Women & 40 years old”, se me llenó la pantalla de sitios pornográficos dedicados a “Abuelas sexies” y “Viejitas, pero calientes”. No sé quiénes serán los usuarios que suspiren al ver suegras mostrando portaligas rojos, o ancianas luciendo tetas caídas... ¿Ginecólogos jubilados, tal vez? El resto de los sitios hablaban de la salud después de los cuarenta, como si las mujeres del mundo entero vivieran perfectamente saludables hasta esa edad, y a partir de ahí, tuvieran los minutos de vida contados. Los vaticinios médicos son horrendos: Después de los 40 años, las mujeres sufren dos problemas: a ) cáncer b) sequedad vaginal ¡Qué bonitas perspectivas! ¿Qué hacemos? ¿Nos dedicamos conseguir vacante en un convento de clausura para envejecer en plena abstinencia sexual? Además, ¿a quién le importa la lubricación sexual cuando padece cáncer? Más aún, ¿Por qué insisten en aterrorizarnos cuando nos sentimos mejor que nunca? Los sumarios sobre temas de salud en mujeres de 40 años eran tan delirantes que usé el traductor automático y los copié: www.ancianas.com SALUD EN MUJERES SOBRE 40 ANOS: No digas a nadie que eres demasiado vieja. Selenio es bueno en cáncer situaciones. Tu personalidad es más importante que tu miras. Ten un sueño y persíguelo interminablemente. Sé orgullosa de tu enorme edad. Sé feliz de estar en la sociedad agrisada En la sección “Mujer” de página web encontré noticias como “ El climaterio trae Parkinson”, “Las madres que tienen hijos después de los 35 ponen en riesgo la vida del bebé”, “Los isoflavones combaten los múltiples efectos menopáusicos causados por la merma en la producción de estrógenos después de los 40 años”, “Los estrógenos endógenos son un factor de riesgo de cáncer de mama”. En todas partes nos recuerdan que nuestra esencia de la femineidad —nuestra hormona característica, los estrógenos— nos mata por su presencia... o por su ausencia. Parece que ser mujer no sólo es muy peligroso, sino que cumplir 40 es el principio del fin. Dicen que las mujeres mayores de 40 tienen más posibilidades de morir de un infarto, de cáncer o de un derrame cerebral que las de menos de 40. Puede ser... Pero hay que recordar que las mujeres mayores de 40 tienen menos posibilidades de morir en un accidente de moto o en una pelea entre skinheads en un concierto de rock. Y, definitivamente, ya superamos la peligrosa edad de perder la vida en un crimen pasional. Lo comprobé cuando por primera vez me pasó que al dejar de hablar por teléfono mi marido me preguntó: —¿Con quién hablabas? —Con un amigo íntimo que no conoces. —Ah. ¿Y, cuándo comemos? Sabiendo que todas las fuentes consultadas mentían descaradamente, tiré los libros y la computadora al diablo y empecé a tomar testimonios de mujeres cuarentonas. Me encontré con una historia bien distinta que esa que nos cuenta los medios de comunicación: todas ellas afirman que no se cambiarían por una de 20 o 30 años, ni por todo el oro del mundo. Bueno, a decir verdad, unas cuantas me dijeron: “Quisiera tener 20 con todo lo que sé ahora”. Pero, como el trato era: “¿Preferirías volver a tener 20, en lugar de estar viviendo esta etapa?”, luego de asegurarse que la propuesta no contemplaba transplante de cerebro de 40 en cuerpo veinteañero, todas respondieron un unánime: “¡NI LOCA!” . Este libro se propone hacer un recuento de las cosas que marcan los 40 como una etapa única e imperdible en la vida de una mujer. Entonces, ¿por qué los 40 tienen tan mala prensa? ¿Qué siniestro complot mediático nos quiere hacer creer que a los 40 estamos en peligro, que somos frágiles o que se terminó lo mejor de la vida, si la verdad es justamente lo contrario? Aquí hay gato encerrado. Los hombres y las mujeres cumplimos años de diferente manera Los chinos suelen decir: “Disfruta la vida: queda menos tiempo del que imaginas”. En vez de disfrutar a pleno los años previos a la cincuentena, las de 40 se ven en un brete a la hora de decir la edad. ¿Cómo confesar 40 cuando nos parece que fue ayer que terminamos la secundaria, y que la década de los 30 nos pasó con la velocidad de un estornudo, combinando nuestro empleo con pañales, biberones y cuadernos escolares? Dicen que cuesta diez años acostumbrarse a la edad que uno tiene. En mi caso, mi subconsciente se niega a registrar los años que cumplo, y quedo como una coqueta mentirosa sacándome años en cada consultorio médico, donde se repiten estos diálogos surrealistas: —¿Edad? —dice el médico. —39. —Ejem... Aquí veo su ficha... ¿No tenía 39 el año pasado? —Perdón, doctor... ¡Entonces debo tener 40!—, digo, verificando mi fecha de nacimiento en la cédula de identidad. Los doctores se vuelven locos viendo radiografías que no saben si son las nuevas o las viejas, y me pego unos sustos tremendos cuando dicen, al compararlas, que mi salud empeoró cuando, en realidad, mejoró. ¿Cabe alguna duda sobre la preocupación de las mujeres con la cronología? Si le preguntas la edad a cualquier mujer, y sea cual fuera su edad, le dices: “¡Qué increíble, te daba menos edad! ¡Pareces mucho menor!”, todas, absolutamente todas (hasta la ancianita en silla de ruedas y con apenas tres cabellos matizados de azul), se derriten con una sonrisa de oreja a oreja, felices de que les des 96 en vez de los 98 que tienen. ¿Por qué las mujeres tenemos ese susto ante el paso del tiempo? Está claro que todos quisiéramos ser inmortales. Pero las mujeres no se conforman con eso: tampoco quieren ser viejas. ¿ Porqué los hombres no reniegan de panzas y arrugas (bueno no hablo de modelos y actores) y las mujeres se aterran con los cambios que denotan el paso del tiempo? Simplemente, por un asunto de biología. Sabemos que los hombres las prefieren jóvenes porque, de acuerdo al instinto sexual masculino, una mujer es apetecible según el grado de fertilidad que denote. La juventud es un sinónimo de fertilidad, que a su vez equivale a longevidad y salud. En el fondo, los machos humanos —como cualquier macho de la naturaleza— tienen el mandato instintivo de diseminar sus genes lo más pronto y con la mayor efectividad posible. Eso les pasa a los delfines, a los escarabajos, a los salmones, a los chimpancés y a los señores con bigotes y corbata. De ningún modo esto les da permiso para tener sexo con cuanta mujer atractiva se les cruce, porque correrían el riesgo de quedarse durmiendo en el felpudo y perder la tenencia de sus hijos y, lo que es peor, de su auto. Pero se sabe que en lo más profundo de sus corazones ellos estarían chochos si pudieran tener 60 hijos de 30 mujeres distintas, como hicieron algunos sultanes del imperio otomano. No por los hijos, claro, sino por las 60 variadas encamadas previas. Si quieren, los hombres pueden tener hijos hasta los 70 u 80 años, como hicieron Yves Montand y Anthony Quinn. En cambio, las mujeres tenemos los óvulos contados y la etapa reproductiva limitada. Y eso, lo queramos o no, nos condiciona la vida y las decisiones a tomar. Con lo que nos encantan los bebés y teniendo el instinto maternal dominando por encima de los instintos de conservación, hambre, defensa y sueño, las mujeres no podemos darnos el lujo ni de tener todos los hijos que quisiéramos, ni de esperar durante años el momento adecuado para tenerlos. Porque el momento adecuado puede no llegar a tiempo. O puede ser que cuando estemos decididas ¡zac!, se nos termina el tiempo antes de lo que imaginábamos. Eso, en el fondo, lo sabemos todas. Ese reloj biológico nos resuena en la cabeza con un terrorífico tic tac que nos obliga a planear la descendencia antes de que deje de funcionar la maquinaria engendradora de hijos. Aunque los avances de la ciencia nos trajeron la posibilidad de congelar óvulos o embriones, o de parir hijos casi a los 50, no logramos salir de este brete. ¿Y si a los 45 no encontraste el amor de tu vida, con quién vas a tener un hijo? ¿Y si tu hijo congelado se macera con tanto hielo y sale todo arrugado? ¿Y si en lugar de descongelar a tu embrión, lo descongelan a Walt Disney y le tienes que dar la teta a un señor de bigote entrecano, que dibuja muy bien pero tiene el mismo aspecto de un pavo de 85 kilos descongelado? ¿Cuántos años se puede andar buscando al “hombre correcto” antes de que un médico te diga: “Va a tener que pensar en la donación de óvulos, porque los suyos ya están a la miseria”? ¿Cuánto tiempo se puede postergar un hijo si antes quieres ser campeona olímpica de salto con garrocha? No somos eternamente reproductivas como las cocker spaniel, que pueden tener cachorros poco antes de morir de viejas. ¿Hemos de envidiar por eso las cocker spaniels? No, porque, en primer lugar, es una clase de animal que ya de cachorro tiene cara de vieja triste. En segundo lugar, yo no querría darle la teta a un cachorro con afilados caninos. Para tener un hijo que me ladre, ya tengo a los míos. Y en tercer lugar, no, porque la naturaleza nos hizo así a sabiendas de que un bebé humano necesita años de dedicación absoluta antes de ser independiente, y que una madre anciana probablemente no podría correr a evitar que el bebé meta los dedos en el enchufe. Además, la naturaleza sabe que una mujer que sigue enterneciéndose con los bebés —aunque ya no puede tener los propios— es muy útil como abuela, para ayudar al desarrollo de los hijos de sus hijos, para quejarse de que no aprendan a masticar con la boca cerrada y para ofenderse porque ningún nieto quiera saludarlas con un beso. Los hombres no tienen este dilema. Arrugas más, pelos menos, los hombres de más de 40 siguen siempre igual. Igual de destruidos, hasta la muerte. Después de los 60, a su aspecto general le suelen agregar sólo dos cosas más: una panza prominente y un par de anteojos gruesos. Los hombres tienen canas y no las disimulan. Andan por la vida con el pelo del pecho, de la barba, de la cabeza y de los brazos totalmente blancos y nadie los critica por ser “dejados” o por no “ cuidar su aspecto”, como se le suele decir a las mujeres que optan por lucir sus canas al natural. En cómo se evidencia el paso del tiempo en cada sexo hay una injusticia de base. Las mismas canas que a las mujeres nos convierten en viejas achacosas, a los hombres les dan un aire distinguido. Mientras las mujeres tratan de atenuar infructuosamente las arrugas con cremas humectantes con colágeno suizo muy costosas o inventos mentirosos como ampollas de placenta de tortuga ( que, como buen ovíparo, no tiene placenta), a los hombres les dicen que las patas de gallo les dan una mirada interesante. Las panzas salientes que a la mujer le dan aspecto de descuidada, en los hombres inspiran respeto. ¡Será por la cantidad de comida que puede pagar en estos tiempos de miseria! En los hombres, las canas y las arrugas denotan experiencia. Pero a nadie le importa que las canas y las arrugas denoten que una mujer tenga experiencia, porque, ¿quién quiere que una mujer tenga experiencia? Lo que una mujer debe tener no es experiencia, sino labios gruesos, busto erguido y piel lozana, para que los hombres se animen a perderle el respeto, cosa de que intenten reproducirse con ella. Esta es la diferencia biológica insalvable entre hombres y mujeres. Ellos pueden postergar la paternidad, y nosotras tenemos que pensar en congelar embriones. Ellos no se ven obligados a disimular el paso del tiempo, y nosotras tenemos que usar cremas con placenta de tortuga ecuatoriana Ellos no tienen que dar señales exteriores de lozanía reproductora, y nosotras tenemos que mostrar escotes profundos para que se vea que aún podríamos darles de mamar (¿a ellos?). Y, como a las leyes las diseñan los hombres, las mujeres nos tenemos que aguantar cosas absurdas, como el hecho de que la jubilación nos llegue a las mujeres cuando menos la necesitamos. Si las leyes fueran más justas y más pensadas en función de las necesidades femeninas, nos darían unos años de pensión en plena etapa reproductiva (de los 30 a los 40), para poder conservar el empleo cuando más le necesitamos, que es después de los 60, cuando una se siente llena de tiempo libre y energías: justo cuando los hijos se van de la casa. Crecer y envejecer no significa lo mismo para un hombre que para una mujer. Ellos tienen todo el tiempo del mundo para planear una familia y nosotras no. De ahí que tantas mujeres se quejen de que los hombres no quieren compromisos. Seamos sinceras: si nosotras pudiéramos tener hijos a los 70, ¿qué mujer querría tener compromisos a los 30 bellos, frescos y atractivos y años? Con tanto hombre suelto, ¿por qué anclarse con uno solo... y fallado?

¿Tenemos que revelar nuestra edad?

De tanto escuchar estas noticias espeluznantes sobre las consecuencias del paso del tiempo, las mismas mujeres de 40 nos censuramos al confesar nuestra edad. Las chicas de 20 años no tienen dramas de decir a los gritos que tienen 20. Las de 50 no tienen más remedio que decir que cumplieron 50: el pelo les crece blanco, la cara se llena de arrugas, los hijos ya son profesionales y las hijas están embarazadas. Y las de 40, ¿qué hacen? Callan, con un silencio ominoso, sabiendo que hasta que no cumplan 50 tienen una edad inconfesable. A los 40, todo lleva más tiempo de lo que una piensa, excepto el envejecimiento. Algunas personas envejecen prematuramente y otras lo hacemos con total puntualidad. ¿Importa tanto envejecer, cuando sabemos que por dentro estamos hechas unas chavalas? El problema es que la belleza es superficial, pero la vejez llega hasta el tuétano. Por esto creo que sigue siendo una alevosa grosería preguntarle la edad a una mujer. El que lo pregunta, siempre está calculando, de un modo u otro, cuántos años nos restan antes de la menopausia, y si todavía podremos quedar embarazadas, o no. “Tiene 40, pero todavía es pasable” no quiere decir otra cosa que esto: “Calculo que sigue en esa deliciosa etapa reproductiva”. Confesar los 40 resulta duro, porque es como desnudarse ante un desconocido que va a ponerse a calcular cosas que no queremos que nadie calcule de nosotras: si somos capaces de caminar contoneando las caderas, si soportaremos las presiones de determinado puesto de trabajo, si se animaría a invitarnos a salir, si vamos a esperarlo con la cena caliente y velas encendidas, o si, en cambio, vamos a mandarlo a la rotisería para que compre algo sin colesterol. En una entrevista que le hicieron en los años ´60, la feminista Gloria Steinem, editora de la revista “«Ms» —un neologismo que buscaba evitar el discriminatorio uso del Mrs. de “Señora” o el Miss de “Señorita”—, resolvió confesar su edad. El periodista que la entrevistaba le dijo: “You don´t look 40” (“No pareces de 40”), a lo que ella le respondió: “This is how 40 looks!” (“¡Así son las de 40!”), frase que dio la vuelta al mundo delatando los prejuicios del tonto entrevistador. Cualquier entrevista a una mujer que leamos en diarios y revistas comienza delatando la edad de la entrevistada. Hace poco me hicieron una nota en un diario de disfusión nacional. La periodista arrancó preguntándome la edad: —¿La tengo que decir? —gemí angustiada. —Sí. Si no, me matan. O la averiguan por otro lado. La dije, y vi con espanto que mi edad aparecía ¡en el subtítulo, con letras GRANDES ASÍ! Por suerte la nota apareció en página par, que siempre se lee menos que la impar. Pero me quemaron para siempre. Después comprobé que no soy la única víctima: casi todas las entrevistas realizadas a mujeres comienzan con la edad de la entrevistada: “En su medio siglo de vida, la escritora Laura Esquivel...”. “En sus 52 años, esta mujer ha logrado...”. “Pese a sus avanzados 26 años, la atleta española ha conseguido un récord...”. ¿Dónde vieron que una nota a un hombre comience con la edad? Si la edad de una mujer comienza con 40, publicarla debería ser delito. ¿Qué significa tener 40 en el imaginario popular, especialmente en el masculino? ¿Tendríamos que tener aspecto de brujas con pelo gris, verrugas en la nariz, piel apergaminada y voces quemadas por el aguardiente? ¿Una mujer de 40 debería parecerse a una directora de escuela, a una suegra, a una guardiacárceles? ¿Tendríamos que vestir con vestidos largos y oscuros, saltos de cama de franela, pantuflas desflecadas, ruleros y máscara de pepinos en la cara, y no poder leer sin anteojos? ¿A qué perverso cálculo mental de quien nos averigua la edad nos prestamos si respondemos la impertinencia? ¿Estará comparándonos con su amante, con su madre o con Claudia Schiffer? ¿Quiere saber si estamos aún buenas para nuestra edad, o si la vida nos pasó por encima como un tren carguero? ¿Se le ocurren pensamientos de índole edípica porque le gustamos aunque él es menor, o se divierte viendo que a nuestro lado él es parece un nene de pecho? ¿Qué tenemos que ver nosotras con los “prejuicios antiedad” de gente que no sabe lo que significa cumplir la gloriosa edad de 40 años? Lucille Ball decía que para mantenerse siempre joven, una mujer debe hacer cuatro cosas: comer despacio, dormir mucho, vivir una vida honesta y mentir la edad. Mientras la sociedad no valore otra cosa más que la juventud, no creo que sea buena idea confesar la verdadera edad. Hasta Carlos Gardel tuvo que sacarse diez años de un plumazo para poder filmar en la Paramount. ¿Por qué nosotras habríamos de ser menos que Gardel? No decir la edad es un genuino derecho femenino. Una cosa es confesar la edad después de los 50, cuando una prefiere decirla por miedo de que los demás la crean todavía más vieja de lo que es. Hay casos puntuales, como una amiga muy superada, que se ofende si le dan menos edad que la que tiene, y dice: —¿Por qué dices parezco menos? ¿Me ves muy inmadura? Cuando nos preguntan la edad fuera de contexto, lanzándonos un: “Hola, ¿cuántos años tienes?, habría que responderles: “¿Por qué quieres saberlo? ¿Vas a darme empleo o planeas casarte conmigo?”. Pero, una buena manera de esquivar la respuesta es decir: “¿Quieres saber cuántos años tengo? Bueno, tengo los mismos años que muchas actrices que parecen hijas mias..." Si quieren enterarse, no tenemos por qué hacérsela tan fácil. Y después, cuando empiecen a conocernos, deja que se sorprendan al ver lo que significa ser una mujer de 40, como se sorprendió el entrevistador de Gloria Steinem, de modo que no haya un hombre en la historia, sino millones de hombres que nos digan: —¡No pareces de 40! Y a los que les respondamos, triunfantes: —¡Así somos las de 40!

¡ Que lindo es no tener 20 años!

Últimamente tengo la sensación de que cumplir años es pecado. Tan pecaminoso es, que los jóvenes, en vez de disfrutan su juventud, sufren pensando que ya no tienen 14. Creen que de los 14 en adelante, uno deja de crecer y se dedica solamente a envejecer. Basta enfrentar a uno de 21 con uno de 17 para que el de 21 se sienta un viejo. Lo primero que se preguntan los chavales al conocerse : “ ¿ Cuántos años tienes?”... ¡ como si hubiera alguna diferencia entre tener 22 y tener 28 años! Los jóvenes computan los años como si fueran siglos: -¿Cuántos años tienes? -Yo tengo 21 años...¿ y tú? -Yo tengo 23... -¡ Ay, no lo pareces para nada! ¿Cómo haces para conservarte tan bien? Los de 20 se pasan la vida tomándole el pelo a los que se acercan a los 30- “ ¡ Eh , abuelo!”- como si a partir de esa edad un ser humano se autodestruyera en cinco segundos. Dicen que “viejo” es todo aquel que tiene 15 años más que uno. Pero entre los jóvenes, “viejo” es todo aquel que tiene un año más que uno. ¿ Por qué están tan preocupados por la edad? ¿ Acaso sienten que tendrían que estar aprovechando mejor esos años sin arrugas ni canas...pero no saben cómo sacarles el jugo? Bueno, es algo que nos pasa a toda edad. Mi abuela, a los 80 , me decía “ Yo sé debería estar aprovechando a fondo estos últimos años de mi vida ...pero no se me ocurre cómo” . Uno sabe que en este momento exacto de nuestra vida, tengamos la edad que tengamos, deberíamos dedicarnos a hacer algo que ya no podremos hacer dentro de veinte años . ¿Pero...qué ? ¿Hacer el amor en parapente? ¿Subirse a los hombros de un ministro en un acto público? ¿ Enrrollarse con el personal trainer? ¿Practicar snowbord con aladelta? ¿ Hacer artes marciales en las alas de un hidroavión en vuelo? ¿ Ser estrella de rock? Los de 20 creen que los de 40 son muertos en vida. En la mente juvenil, los 40 son el Terrorífico Mundo de los Zombies. No los critico, porque las de 40 también creemos que cumplir más de 60 es estar con un pie en la tumba. (Cabe recordar que a los de 20 los doblamos en edad.) A los 40, las que nos doblan en edad ...¡tienen 80! Así que, para el caso, para una chica de 20, las mujeres de 40 son tan viejas como para nosotras (las de 40), son las de 80. La diferencia radica en que las que tenemos 40 sabemos que la edad no define a la persona. Yo tengo amigas cuya edad ignoro, porque no tienen nada que ver cuántos años tengan sino cómo los viven: hay viejas de 30 y niñas de 50. En su clásico “La vida comienza a los 40” el autor americano Walter Pirkin comenta: “Sólo se escucha decir: “Este es un mundo que pertenece a la juventud”. Ese libro se publicó en 1964, así que parece que siempre escuchamos lo mismo. Sospecho que los antiguos egipcios también se quejaban de que si no eres joven no existes, lo que en Egipto se agravaba porque los faraones tenían 13 años. Cleopatra se hizo picar por una serpiente a los 39 años....¿Habrá sido para no cumplir 40? El culto a la juventud nos invade. Si la vida imitara a la televisión , las adolescentes tendrían veintisiete años, las madres tendrían 30 y las abuelas tendrían 35. Pero la televisión siempre cuenta mentiras. Pirkin afirma en su libro que “la persona joven es una masa de apetitos y de energías , pocos de los cuales están bien organizados. En el primer tercio de nuestra vida es normal ser víctima de un prolongado conflicto de intereses. Se despilfarran meses precioosos en la persecución de algún fuego fatuo”. Seamos realistas: lo único lindo de ser joven es que nos entran los jeans talle 36. En realidad, los jóvenes viven en un estado de perpetua desazón, tratando de ser aceptados, de pertenecer al grupo, de encontrar una vocación y de hacerse un lugar en el mundo. Las muchachas jóvenes , además, tienen que mostrarse vestidas a la moda, conseguir un novio apuesto o un marido con dinero. Y no se dan cuenta de que sólo por ser jóvenes, son tan atractivas que hasta el tipo más desagradable se siente con licencia para avanzar sobre ellas y ponerlas en la difícil situación de tener que vivir quitándoselos de encima. Las de 40, en cambio, ya tenemos toda esa horrible etapa superada. Sabemos que no vale la pena estar a la moda, porque en cuanto te compraste el último modelo de botas imitación piel de leopardo de taco alto, se ponen de moda las sandalias chatitas de plástico transparente. Y cuando se pasan de moda estas sandalias , se ponen de moda unos borceguíes de soldado rus que le pueden quedar bien a una cahavala, pero jamás a una mujer de 40, como tú. Sabemos que no tiene sentido competir con nadie, porque lo que más le atrae a la gente es que seas tú misma, tal como eres. Y, puestos a competir, la carrera es inútil. ¡Imaginen a Bach celoso de Handel, a Lacan compitiendo con Freud, a Chanel compitiendo con Dior, a Einstein compitiendo con Max Planck! Bueno, ya sabemos que todos ellos morían de celos por los logros de sus colegas....¿ pero por qué tu vas a ser tan tonta como Einstein? Todo lo que sueñas a los 20, una vez que lo obtienes no es tan fascinante. Sabemos que los novios apuestos te meten los cuernos y no saben escuchar a una mujer. Sabemos que no vale la pena tener un marido con dinero (que después te lo mezquina), sino hacerse el dinero una misma. Y lo mejor de todo es que, sabiendo que aún podemos hacer el amor en parapente, tener un romance apasionado con el personal trainer o practicar snowboard con ala delta... preferimos quedarnos en casa a mirar un video y tomar una taza de chocolate caliente . “Si no puedes con los años, únete a ellos.”

¿ Como son las mujeres de 40?

La psicoanalista francesa Françoise Dolto quien dijo que si un extraterrestre llegara al planeta Tierra y se pusiera a estudiar las personas de distintas edades, llegaría a la conclusión de que los adultos de la especie humana son los seres entre 8 y 9 años de edad, por su coherencia y madurez mental. Los chicos de 9 años son directos, honestos, prácticos y libres. Su filosofía de vida es simple, sabia y directa. Se sienten libres, capaces de aprender cualquier cosa. Perdieron los miedos de la primera infancia y aún no descubrieron el miedo a envejecer, al mundo externo y las complicaciones del sexo. Además, tienden a ver el mundo con bastante lógica. Mi opinión es que el extraterrestre que opine eso es porque no conoce esta Galaxia, ni conoció a una mujer de 40, la generación más evolucionada, en términos de integridad emocional. Las cuarentonas somos las personas más adultas , en el mejor sentido de la palabra. Y llevamos varias ventajas sobre los humanos de 8 años. Para empezar, podemos tomar un helado sin volcárnoslo encima, y aceptar una frustración sin que nos agarre un ataque de llanto de media hora. Las de 40 somos más libres, sentimos que no tenemos que demostrarle nada a nadie, perdimos timideces y vergüenzas del pasado y somos íntegras, racionales y lógicas. Si viniera un marciano del espacio exterior y quisiera ver como es la vida cotidiana de una terrícola de 40 años, yo no tendría problemas en mostrarle mi vida. Si él se burlara de mi estúpida vida, yo le diría que esa no es mi vida verdadera, sino una broma de bienvenida que le estoy haciendo. Entonces le pediría que vuelva a casa dentro de cinco años, para mostrarle cómo es la verdadera vida cotidiana de una terrícola de 40 años, y en ese tiempo haría todo lo posible por mostrarme madura, lógica, racional, creativa, competente, de modo de dejar bien parada la imagen de las mujeres de 40 años que tengan los alienígenas del resto de la Galaxia. Otra solución sería matarlo a tiros al marciano mientras sube a su Ovni y me saluda con la mano. Sabemos que la infancia no es feliz ni en los cuentos: a Blancanieves la madrastra quería arrancarle el corazón, a Cenicienta la madrastra la tenía de fregona, a Caperucita la madre la mandó que se la comiera el lobo y Hansel y Gretel fueron abandonados en el bosque por padres irresponsables y desamorados. Todas estas historias demuestran que las madres y las madrastas son lo peor que hay . A los 40 ya no le tenemos miedo a las madres ni a las madrastas, porque ya nos convertimos en una de ellas. La adolescencia es una tortura permanente, los 20 nos traen angustias de todo tipo y los 30 sólo nos dan trabajo. En cambio, los 40 es la edad en que empezamos a saber lo que queremos, a buscar los cambios o aceptar lo que no se puede cambiar . Una se siente como si antes de los 40 hubiera vivido dentro de una quesera de vidrio.¡ Cn tal de que al destaparnos no apestemos!. Toda la vida no parece haber sido otra cosa que un complicado camino para llegar a la parte mejor: la de tener 40 años. Antes de esta edad estábamos en un permanente “ ir hacia” . ¿ Hacia dónde? ¡ Qué se yo! “ Caminante , no hay camino, se hace camino al andar” era una frase de Antonio Machado cantada por Serrat, que nos alegraba la vida a los 20 creyendo que podemos ir para cualquier lado, porque para donde vayamos estamos haciendo el camino, con sólo andar. Pero a los 40 nos damos cuenta de lo mal que interpretamos al poeta. No nos estaba diciendo: “Ve para cualquier lado, porque total no hay camino”, sino lo contrario: “Fíjate muy bien para dónde vas a ir , porque al camino te lo estás haciendo tú sola”. (¿Por qué diablos las cubiertas de los discos de Serrat no venían con explicaciones para adolescentes despistadas? ) Como las de 40 ya recorrimos un largo camino, nos guste o no, llegamos a alguna parte, que puede ser adonde quisimos o adonde el viento nos llevó. Tenemos una casa, una familia o una carrera que, nos guste o no, es la nuestra. Tal vez en este momento nos paremos en el camino a mirar nuestra historia con más detenimiento. Y nos damos cuenta de unas cuantas cosas: a la casa le falta pintura, a la familia le falta un psicoanalista con cama adentro y a nuestra carrera laboral le faltan como otros 40 años de esfuerzos consecutivos para que arranque para algún lado. A los veinte años, una podía equivocarse de rumbo y corregirlo varias veces. Pero a los 40 nos damos cuenta de golpe ya no hay tanto tiempo, ni para hacer cosas nuevas ni para meter la pata . Eso es bueno, porque nos permite achicar un poco el objetivo, enfocar mejor en lo importante , y no arriegar nuestra vida protegiendo gorilas en Uganda o patinando sobre el hielo en Alaska cuando lo único que queríamos patinar eran muebles reciclados en el taller artesanal de aquí a la vuelta.. Es decir que una mujer de 40 tiene que empezar a estar en foco con respecto a su vida. No nos podemos decirle a nuestro marido: “Querido, te dejé una tarta en el horno. Espérame a que vaya a ver cómo es ser directora de cine, y vuelvo”. No nos da el tiempo para empezar de nuevo ...ni ningún marido nos va a tener esa paciencia. Ser joven es tener el futuro abierto de par en par , tener una página en blanco frente a los ojos. Pero a medida que vamos creciendo, el destino se nos estrecha. La vida es como un teleobjetivo: cuanto más lejos ves, menos cosas se ven alrededor. Lo que ya hemos hecho nos va condicionando el resto de vida. Entonces, a los 40, nuestra vida ya tiene un estilo definido. Por ejemplo, en la mía, elegí el estilo “ kitsch”,y así puedo hacer lo que se me da la gana. NUNCA SERÉ ASTRONAUTA A esta altura de nuestra biografía, las mujeres descubrimos un par de cosas: 1) Todo es más difícil de lo que parecía . 2) Nunca seré astronauta. El primer punto refiere a que cada vez que me pongo a hacer una torta pienso por qué no habré comprado una en la confitería, y cada vez que elegí a un hombre con quien convivir pensé si no hubiera sido mejor conformarme con una breve relación pasajera, en vez de terminar fregándole los calzones. El segundo punto refiere a la situación de destinos acotados que nos toca vivir. ¿Por qué “destinos acotados”? Si a los quince soñábamos con ser la primer mujer astronauta y luego nos olvidamos de hacer los necesario para cumplir nuestro sueño por estar distraídas pariendo hijos y sacando pollos del horno, a los cuarenta nos damos cuenta de golpe: “¡Oia! ¿Yo no quería ser astronauta? ¿Y qué hago ahora zurciendo calcetines de tres tamaños, ninguno de ellos mío?”. Entonces nos agarran escalofríos de impresión, al enterarnos de que el tiempo no es infinito. Tal vez hayas querido ser actriz y tampoco nunca hiciste nada para lograrlo. Pero ser actriz es mil veces más accesible que lograr que te metan en una nave espacial en Cabo Kennedy. Puse el ejemplo de ser astronauta porque ese era mi sueño. Cada tanto me agarra la depre al darme cuenta de que mi sueño quedó en eso: sueño. Cuando me sucede, me acuerdo de la maestra que estalló en el aire junto con el Challenger, y así logro que se me vaya la bronca.. ¡No seré astronauta, pero sigo viva! Con los años una descubre que no vale la pena envidiar a nadie. Ni siquiera a las princesas. Cuando empecé a desear haber nacido en el seno de la familia Grimaldi en Mónaco, y ser la princesa Carolina, supe que el primer marido (Junot) le hizo los cuernos con una vedette, el segundo marido se le ahogó en el mar, la hermana mató a la madre en una curva a 100 km /h y luego quiso ser cantante pero fue un fracaso, para terminar embarazada de su guardaespaldas, para terminar la misma Carolina con cáncer, y volver a casarse con un príncipe terriblemente viejo y gastado. Cuando empecé a envidiar a Lady Di por haberse sacado de encima al tonto del príncipe Carlos y salir con un millonario árabe, ella muere de muerte natural. Porque si vas a 140 km/h en un túnel con un chofer borracho...¡ es natural que te mueras! Cuando envidié a Cristina Onassis, me enteré de que la mujer más rica del mundo, no sólo no tuvo un amor, ni logró jamas ser flaca, sino que además murió en Buenos Aires. ¿ Se te ocurre un destino más triste para una mujer que tenía su propia isla privada en el Mar Egeo? Nadie está exento de vivir desgracias. Y cuanto más rica y famosa eres, más riesgos corres. Mira al hijo de Kennedy, matándose él y su mujer en su avioneta privada. Así que más vale no envidiar a nadie y hacer tu propio destino. El mío fue resignarme a no ser astronauta. Entonces me paso la vida hablándole de cometas y asteroides a mis hijos, llevándolos al Planetario y a observatorios varios, insistiéndoles en que espíen el cielo por telescopios, contándoles la biografía de Yuri Gagarin y preguntándoles día por medio: “¿Y tú, por qué cuernos no quieres ser astronauta?”, esperando que mi carrera sublimada se convierta en una vocación temprana que los lleve a decir en un reportaje “Soy astronauta porque mi madre quería serlo”. Es que, antes que envidiar a Carolina de Mónaco, preferiría envidiar a un hijo mío. Pero ya se sabe que los hijos no nos hacen caso. Pero pensándolo mejor, si una no deja ir a los hijos a un campamento con los amigos sin angustiarse ¿cómo podría soportar verlos zarpando en un cohete espacial? Imagino la cuenta regresiva previa al despegue: “ 3...2...1...0....¡ Ponte el sacooooo!” Además, ser astronauta parece que ya es demodé. Hace unos años , el planeta se detenía cada vez que la NASA o los rusos ponían a un hombre en el espacio. El otro día me enteré de que hay decenas de cápsulas habitadas en el espacio exterior(muchas de ellas con mujeres astronautas) , e infinidad de satélites chatarra que en cualquier momento caen a la tierra estrellándose en su superficie y haciendo desaparecer países enteros....y los diarios ni siquiera lo mencionan. El último astronauta famoso fue Louis Armstrong... ¿O era Neil Diamond? Tengo una amiga que opina que siempre podemos cumplir un sueño. Ella dice que en diez años de estudio y carrera terminada una está apta para hacer cualquier cosa como una profesional de primera. O sea que si alguien de 40 años empieza ahora a especializarse en algo, de aquí a diez años-o sea, a los 50 años-, podrá ser lo que quiera: neurocirujana, concertista de piano, embajadora o cantante de ópera ( porque de rock va a ser más difícil, salvo que una sea líder de un grupo de rock llamado “Tercera Edad”, que anime fiestitas en geriátricos). Pero a mí eso no me sirve de consuelo, porque en diez años no se llega a ser astronauta, como quería ser yo. Si a los 40 no nos aceptan ni como promotoras de tiempo compartido, ni como recepcionista de un hotel de mala muerte y sólo nos contratan como vendedoras de lotes en cementerios privados ( cuando, después de todo, los lotes de cementerios son tiempos eternos compartidos indefinidamente)...¡mucho menos van a tomar a una mujer de 40 para hacer pruebas espaciales en la NASA!. Encima, para entrar a la NASA hay que presentarse con un diploma de piloto de pruebas, ingeniera o física nuclear. Nada más lejos de lo que podría hacer ahora, cuando no logro recordar siquiera mi propio número de teléfono celular. A veces me cuesta recordar cómo llegué adonde llegué. Y - lo que es peor-, tampoco estoy segura de haber llegado adonde quería. Me pierdo en mi propia casa, diciendo: “¿ Para qué vine aquí?”. Mis hijos me dicen “ Vuelve adonde estabas y lo recordarás”. ¡ Pero no puedo recordar adónde estaba antes! La amiga que jura que una siempre tiene tiempo para lograra su sueño, aún sueña con dedicarse a ser serpa ( guía de alpinistas) en el Monte Everest. -Sé que un día lo haré... Un día saldré adelante...- comenta, fantasiosa. - Sí, claro que saldrás... ¡Saldrás en Discovery Channel: “¡Siga la aventura de una anciana que trepa el Himalaya en camilla con sus enfermeros!”- le digo yo. Las cosas bien hechas no son fáciles. Esto se ilustra con una anécdota acerca de un famoso neurocirujano que se cruzó con un famoso escritor, al que le dijo: - ¿ Así que usted es el gran novelista? ¡Mire usted! Cuando me retire, yo también pienso escribir una novela... A lo que el escritor le respondió: - Qué coincidencia, doctor. Cuando yo me retire, pienso dedicarme a la neurocirugía. Okey, si no tenemos todo el tiempo del mundo para llegar a hacer lo que teníamos pensado en el pasado. ¡Al menos tratemos de acercarnos a los que queremos en la actualidad!

La etapa de la libertad

Me siento más cerca de mi madre desde que olvidamos las mismas cosas al mismo tiempo. Siento que todo lo que le pasa a ella también me va a pasar a mí... si vivo tanto como para derrumbarme a pedazos. Antes tenía miedo de llegar a la crisis de la mediana edad. ¿ Pero cuándo llega esa crisis? La crisis de la mediana edad vendría a los 50 si una vive hasta los 100. Como nadie llega hasta los 100 años, la crisis sería a los 37. Como hoy en día se vive a mil por hora, entonces sería a los 30. Pero como a los 30 todas nos sentimos viejas, la crisis de la mediana edad sería a los 21. ¡Buenas noticias! ¡Esto indica que una mujer de 40 ya pasó hace rato la crisis de la mediana edad! Así que por ahora no debe procuparnos ninguna otra crisis más que aquellas en las que nos sumergen los hijos irresponsables y los maridos desprolijos. El problema es que una tendría que buscarse urgente algo que la entretenga largo rato, porque si llegamos a los 80, tenemos por delante otro período de vida tan largo como todo lo que vivimos hasta ahora. ¿Y acaso existe algo que a una pueda hacerla sentir plena y feliz durante tanto tiempo? Tal vez, si pudiera cambiar mi alma por la de Julia Roberts...Pensándolo bien , tampoco estaría dispuesta a cambiarme el alma por la de Julia Roberts, aunque sí estaría feliz de cambiarme el cuerpo por el de Julia Roberts. Cosa imposible, porque no creo que logre convencer a Julia Roberts de que acepte mi cuerpo a cambio. ¿ Cómo se puede vivir plenamente una vida tan larga como la que nos espera? Los primeros veinte años de nuestra vida se nos pasaron aprendiendo a caminar derechas, comer con la boca cerrada, tomar la sopa sin ruido, hacer equilibrio en el bus con tacones sin caernos de espaldas y a cambiar pañales sin ponerle cara de asco a un bebé de un año que nos sonríe tiernamente. Los últimos veinte años de nuestra vida se nos fueron en esfuerzos por llegar a saber quiénes somos. Y a los 40 se nos acabaron los potenciales: somos lo que somos. Estamos en el mediodía de la vida: la mañana siempre se pasa muy rápido. Pero tenemos una larga tarde por delante. Así que, mientras vamos a la panadería y compramos unas ricas pastas para el té, podemos ir evaluando lo que tenemos. Tener 40 es mucho más elegante que tener 20. Las verdaderas damas son las de 40: somos más parecida a nosotras mismas, y dejamos de pensar en ser como los demás esperan que seamos. Esta es la etapa del “ahora o nunca”, una siente que no está para perder tiempo: “Ahora o nunca me sirvo un té”, “Ahora o nunca cierro la ventana que entra fresco”, “Ahora o nunca encuentro la otra pantufla”, son las decisiones relevantes que nos confirman que nos convertimos en mujeres decididas y activas. Lo importante es saber lo que queremos en la vida. Por ejemplo, ahora mismo yo quiero que alguien me planche toda esa pila de ropa que hay en esa canasta. Si me dan un par de décadas más, tal vez descubra algo más relevante... ¡pero aún tengo tiempo para descubrirlo! Muchas mujeres de 40 eligen esta década para redefinir los objetivos de su vida. Las cosas que estaban en primer plano ( “Regar las plantas”), pasan a segundo plano, y las que estaban en segundo plano ( “Mi marido”) pasan a último plano. Nos replanteamos las decisiones más profundas de nuestra vida ( “Bajar tres kilos antes del sábado”) y les damos la prioridad que realmente se merecen ( “¡Bajar tres kilos antes del viernes!”) Antes vivíamos pendientes de quedar bien, de no desentonar, de no recibir visitas si la casa no está perfecta. Pero ya nos dimos cuentas de que hagas lo que hagas, siempre habrá alguien que se quejará y que hablará mal de tí: ¡ Que digan lo que quieran! A esta edad sabemos que jamás seremos perfectas... ¡ y lo aceptamos! No ser perfecta es muy útil. Sirve para alegrarle la vida a los demás.Si una no es perfecta, sirve de ejemplo – “No seas como esa señora”- o de advertencia- “¡ Por Dios, si no te cuidás vas a terminar como esa señora!”-¡ y ya estamos cumpliendo una utilísima función social!. Hasta los 30 nos pasamos la vida disimulando nuestros defectos, y de golpe, llegamos a esta edad en que no hay arruga que se tape con maquillaje. Si no podemos tapar las arrugas (que es lo primero que se ve)... ¿De qué sirve esforzarse por tapar otras cosas? A esta edad, ya no nos importa nada de lo que piensen los demás. Es tiempo de empezar a ser más libres y honestas: En vez de decir “ Leelo tú, que yo no tengo ganas”, decimos “¡Denme una lupa, que no leo nada!”. En vez de decir “ Esa tela es horrible”, decimos “ Esa ropa no me va, es demasiado juvenil”. En vez de decir “ No salgo de noche porque hace frío/ por la inseguridad/ porque mañana madrugo”, decimos “ No salgo de noche...¡ porque me duermo en cualquier parte!”. En esta etapa nos empieza a gustar más la ropa cómoda que la ropa sexy, la gente amable que la atractiva y la comida rica en vez de la comida light. . Y empezamos a pensar en voz alta, caiga quien caiga. A los 40 yo me di cuenta de que tenía idealizada a la adultez. Viví creyendo que todos mis errores de juventud se debían a mi inmadurez, y que la gente grande no hacía estupideces. Ahora que soy grande, no sólo me doy cuenta de que sigo haciendo estupideces, sino que los mayores que yo hacen estupideces más graves que las mías, y que los adultos reflexivos, sensatos y maduros que esperaba conocer cuando sea grande ...no existen. ¡Miren todos los ministros, senadores, presidentes y directivos que hacen y dicen barbaridades mayúsculas sin que se les mueva un pelo!...¿Qué vergüenza puede tener una en pensar en voz alta y cantarle las 40 a quien se nos cruce en el camino? Si nosotras tampoco logramos convertirnos en adultas hechas y derechas y también nos equivocamos, podemos decir: “ ¿Qué me criticas a mí, con lo que hizo ayer el Primer Ministro?”. O mejor: “Mira, no soy perfecta. Tendré 40 años ...¡pero aún estoy creciendo!”.

¿ Tu o usted? Mujeres al borde de un ataque de personalidad dividida

¿Qué mujer de esta edad no sufre el peor conflicto de identidad? El farmacéutico nos trata de “tú”, el cadete de la oficina nos trata de “usted”, el gerente nos tutea, la recepcionista nos dice “señora” , y la mitad de los compañeros de trabajo nos trata de “niña”, mientras que la otra mitad nos llama por el apellido y nos dice de “usted”. En la boletería del estación de tren nos dicen “ ¿ No tienes monedas?” pero cuando subimos al vagón, el guarda del mismo tren nos dice “Disculpe, señora”. ¿ En qué quedamos? Entramos a un negocio comprar una toalla, y mientras la dueña del local le dice a la empleada “Muéstrale a la señora el toallón de la vidriera”, la empleada nos dice “ ¿Te agrada este color?”, mientras que otra clienta dice “Deme otro igual al de la muchacha”, la cajera nos pregunta “ ¿No tiene cambio, señora?” y la dueña nos dice “¿Quieres que te muestre unas cortinas de baño divinas?”. ¿En qué quedamos? ¿Somos señoras, o somos niñas? ¿Es costumbre personal de quien habla o es la imagen ambigua que transmitimos? ¿Cómo hay que tomar este trato esquizoide? ¿Tenemos que exigir más respeto a los que nos tutean, o le damos un beso al que todavía nos trata de tú? ¿Y por qué nos tutean si ya somos grandecitas? Terminamos confundidísimas, sin saber si, cuando un camarero dice “Sírvase, señora”, debemos esperar que se sirva alguna anciana o si nos está convidado a nosotras. Día a día pasamos por momentos de duda, sin saber si tenemos que pedir que nos tuteen, si tenemos que tutear a quien nos tutea, o si nos conviene tratar al otro de “usted” para equiparar el trato respetuoso. Cada vez está más de moda tutear a medio mundo, pero eso tiene sus contras. El tuteo conlleva un posible exceso de confianza. Si nos toca atender clientes o vendedores, lo más recomendable es tratarnos todos de “usted”. Pero si tienes un cumpleaños en la oficina, que te sigan tratando de “ usted” te descoloca tanto que te dan ganas de ir a comerte el pastel al baño de damas. Si estás en un trabajo rodeada de veinteañeras compinches, no es malo que prepondere el tuteo. Hasta que te toca ser la jefa y las mismas que eran tus colegas se convierten en subalternas rebeldes. Entonces ya no conviene ser “una de las chicas” , y el trato se complica . ¿Cómo lo solucionas? ¿Debes decirles “¡Ahora me dicen Señora!”? El tuteo es un viaje de ida. ¡Es imposible comenzar a tratar de usted a alguien que has tuteado! ¿Qué pasa cuando el tuteo nos trae problemas? ¿Y cómo se hace para no perder la dignidad diciendo “ Por favor, exijo que todos me traten de “Usted” ,menos ese lindo morocho de ojos grises del sector técnico, que me puede tutear todo lo que quiera”? En esta edad, de un momento al otro te sientes una colegiala o una madre, según para dónde sople el viento y con quién estés hablando. En los países de habla inglesa no pasa esto : allí “you” significa “ tú” y “ Usted”, las dos cosas al mismo tiempo...no hay ninguna diferencia de confianzas . Esto les da terribles dolores de cabeza a los que subtitulan películas, que por regla general resuelven que la pareja protagonista del film original en inglés comience mágicamente a tutearse después del primer beso. Esto podrá pasar en Puerto Rico, pero no aquí, donde el tuteo viene, por suerte, mucho antes del primer beso: generalmente, después del primer café. La ventaja de las mujeres de habla inglesa es que a los 40 no tienen que sufrir ataques de esquizofrenia como nos pasa a las hispanoparlantes. Pero las inglesas tienen una desventaja: nunca saben a qué grado de confianza llegaron con nadie. Imagínate casada con un marido inglés , preguntándote después de 45 años de convivencia : “ Charles, estoy preocupada ...¿ Me puedes decir si me has empezado a tutear al fin, después de todos estos años? Porque yo lo único que escucho es “you, you, you...” . ¿ El tuteo nace o se hace? ¿ Cada mujer tiene el tuteo que se merece? En esta historia de cómo nos ven los demás – porque en esencia, se trata de eso- no hay salida airosa, y los cuarenta son una década de dudas e incertidumbres permanentes. Lo que te ayuda a ejercitar otro sentido innato femenino, que es el de disfrazarte según quieras que te tuteen, o no.

Mujeres camaleónicas

En esta etapa, las mujeres parecemos camaleones. Cada una con su estilo propio, sabemos cómo disfrazarnos de señoras grandes o de púberes , según cuales sean nuestras intenciones . De niña a mujer, de bicho a princesa- como Betty La Fea-, tenemos todas las posibilidades a nuestro alcance. Y eso es fabuloso. Si queremos, nos disfrazamos como mujeres infartantes... o de viejas infartadas. Si nos atamos el pelo, nos tratan de usted. Si lo soltamos, nos tratan de tú. Sabemos cómo desarreglarnos hasta quedar invisibles, y cómo embellecernos para que todos giren la cabeza para mirarnos. A los veinte, si nos pintábamos los ojos alguien nos trataba de “usted” . Ahora sucede lo contrario: si salimos al natural nos tratan de usted, y si nos pintamos los ojos nos tutean. ¡Milagros de la cosmética! Nos convertimos en monjas de clausura o en bombas sexys, según la ocasión, en un abrir y cerrar del portacosméticos. Después de andar de aquí para allá en equipo deportivo y zapatillas, el día que nos arreglamos un poco todo el mundo dice: “ ¡No te he reconocido! ¡Estás linda, te has arreglado!”, y una no sabe si tiene que dar las gracias por el piropo, o mandar a todos al diablo por menospreciar su potencial de seducción. Poder cambiar tanto de look y aspecto- y sacarse de encima diez años con un poco de brushing y un par de tacones-, es lo que le complica la vida a las de 40 que todavía no tienen pareja. Porque a una tampoco le queda claro qué tipo de pareja se merece a esta edad: ¿Será más adecuado un calvo panzón que haga juego con la cara ojerosa que tiene una por la mañana, cuando se levanta con el pelo aplastado y la espalda doblada ? ¿O en realidad se merece un fisiculturista bronceado que haga juego con el glamoroso aspecto que cobramos con un poco de maquillaje y peluquería? Tengamos al marido que tengamos al lado, a él también lo vemos padecer transformaciones misteriosas. Un día nos parece increíble que estemos conviviendo con ese espanto. Y otras veces nos parece increíble que, habiendo tantas mujeres bellas y solas, ese hombre tan atractivo y sexy siga volviendo a casa a encontrarse con el engendro que vemos en el espejo, o sea: una misma. ¡A no desesperar, muchachas! Lo bueno de todo esto es que aún estamos bien lejos de esa edad crucial donde nos puede suceder lo que le pasó a una tía que estaba esperando el colectivo. Como siempre sucede, el colectivo no paró exactamente en la parada , y toda la cola corrió a abalanzarse a la calzada para treparse a él. Mi tía corrió antes y escuchó que alguien decía : - ¡ Por favor, dejen subir primero a la abuela! Avergonzada, ella cedió el paso a la anciana que detrás suyo.Pero sólo vio jóvenes mirandola fijo. Casi se desmaya de la impresión: ¡ La “abuela” era ella! Por suerte, eso no nos pasa en esta década...todavía. EN LA FLOR DE LA VIDA "Tener una actitud desafiante ante la edad es mejor que estar desesperada, pero no significa un progreso personal”, dijo Gloria Steinem al cumplir los 50. Es que las mujeres perdemos cualquier cantidad de energías pasando gran parte de nuestros 30 años tratando de parecer chicas de 20 , y de los 40, tratando de parecer de 30. Todavía no llegó lo peor : cuando a los 50 intentemos parecer de 40. En diversas oportunidades me tocó entrevistar a mujeres exitosas y... grandes. Ninguna de ellas querría retroceder el reloj y volver al pasado, ni aunque le regalaran el viaje en la Máquina del Tiempo. Actrices, novelistas, cineastas, políticas y empresarias famosas que he entrevistado par distintos periódicos y revistas, todas ellas me confesaron sentirse mucho más a gusto consigo mismas en esta etapa que en ninguna otra etapa de la vida. Después de los 40, una ya no tiene esa inútil paciencia infinita para hacer de asistente social a un hombre inmaduro. Entonces una se libera de esa clase de relaciones destructivas que la llenan de quejas. Las mujeres maduras son las que le hacen caso a sus deseos y abandonan todo lo que las hace sentir mal.. “El tema central de las conversaciones femeninas a los 40 ya no se basa en nuestra relación con los hombres. Las mujeres empezamos a hablar de nuestros logros o frustraciones laborales. Las energías que antes se ponían en la relación de pareja a cierta edad se empiezan a enfocar en probarse una misma. Y eso es muy fortalecedor”, opinó una psicoanalista amiga. Otra psicóloga que conozco me dijo:“Antes las mujeres traían a terapia muchos temas de pareja , que era la preocupación central. Pero ahora la preocupación esencial ronda la estabilidad laboral y la capacidad de independizarse.” ¿Pero entonces había otras cosas para hacer en la vida además de esperar que un hombre nos llame? Parece que sí. Una vedette aprendió por experiencia propia que esperar que todas las alegrías vengan de una relación con un hombre es la mejor manera de malgastar la vida: “Siempre conviene poner toda la energía en una carrera antes que en ningún hombre”, cuenta .”Ahora sé que lo peor que puede hacer una mujer es perder de vista su centro y sus propios objetivos. Las mujeres que se someten se pierden a sí mismas y se enceguecen. Terminan como empleadas domésticas legales y llorando sobre las camisas que les planchan al marido. No vale la pena. No hay nada peor que una mujer frustrada.” La escritora y periodista española Rosa Montero me contó en una entrevista que le hice, que según ella, la mujer está aprendiendo a crecer en el sentido correcto: “ La mujer actual, a medida que madura, se está construyendo más persona con el centro de gravedad en sí misma. Las de mi generación somos hijas de mujeres frustradas, cuando el deber de las mujeres es ser personas enteras, no medias personas. Las madres que se aferran patológicamente a sus hijos lo hacen porque no se han construido otra cosa en la vida. La primera misión de todo ser humano es construirse lo más posible como persona con el centro en sí mismo, porque sólo a partir de allí uno puede ser buena pareja, buen amigo y buena compañera. Una de las cosas más graves que ha ido arrastrando la mujer y que afortunadamente ahora está cambiando es que siempre han vivido en el deseo del otro en vez de en el propio deseo, cosa que es una patología. A cierta edad una está más en contacto con sus propios deseos, y eso es saludable. La vida es un aprendizaje, y ellas se están dando más posibilidades de crecer, ahorrándose el resentimiento de esclavas que llevaron durante siglos.” Cada día son más las mujeres que se emocionan más si las llaman para ofrecerles un empleo que si las llama Brad Pitt para cenar en un sitio romántico. Hacernos cargo de nuestro propio destino es, actualmente, casi más sexy que recibir la mirada aprobatoria de un hombre. “Las mujeres crecen cuando desean desarrollar a pleno sus capacidades,y deciden no quedarse a la sombra del otro”, afima la psicóloga Clara Coria. “Actualmente existe una saludable tendencia a que las mujeres se valoren más y a dejar de lado el mito de que la que no está en pareja está sola. Está sola la que está mal acompañada por un varón y por sí misma. Hay que estar bien con uno mismo para estar bien con otro”, asegura la experta. Rosa Montero afirma : “ No es bello ser muy joven . Nunca estamos tan desesperados como en la adolescencia. Pero cerca de los 40 pasamos por otra crisis de desesperanza. Es cuando descubres que la muerte es tu propia muerte, no la de otros. Luego sigues analizando la realidad y vas confirmando la sospecha de que en el mundo hay tanta luz como tinieblas. O más.” Definitivamente, a mi ya no me interesa que Brad Pitt me invite a cenra con luz de velas. Primero, porque temo que tarde o temprano terminaré sonándole la nariz como hago con mis hijos. Y segundo, que la luz de velas ya no me interesa, porque prefuiero ver bien qué clase de comida me sirvieron . Las mujeres de 40 ya no dejan que les den gato por liebre. Cuando llega el camarero de un restaurante romántico, sólo a los 40 una es capaz de pedirle: - ¿ Me trae una linterna, que quiero ver si estas son las gambas que pedí? Y sólo a los 40 mandas el plato de vuelta a la cocina sin reparos si no te han traido exactamente el platillo que pediste. ¡Y también lo mandas de vuelta a casa a Brad Pitt, si no sabe comportarse en la mesa y si de una vez por todas no se suena su propia nariz!

Viejos son los trapos

Ninguna mujer de 40 quisieran volver a tener 20 . Cuando recordamos esa edad, nos alarma recordar qué poco sabíamos de la vida. ¿ Quién quiere volver a tener 20 para regresar a casa llorando porque los zapatos con tacones como estiletes sólo nos sirvieron para hacernos ver las estrellas por el dolor de pies, ya que nuestro galán prefirió salir a ver las estrellas con una pelirroja ? ¿ Quién de nosotras quisiera volver a ser joven para compartir un fin de semana tomando gaseosas y comiendo patatas fritas , con muchachas cuyo único tema de conversación es qué muchacho miró a qué muchacha por cuántos segundos y cuál otro no mira a qué otra, antes de que muramos de aburrimiento y/o de indigestión ? ¿ Quién podría ahora leer ilusionada una carta que diga “ te quiero” cada tres frases, y que se solace en el color de nuestro pelo y nuestros ojos, sin sentir náuseas por las cursilerías nacidas de un sentimiento eterno, que no duró ni un mes? Todo eso estuvo bien mientras duró: nuestra vida es infinitamente más rica ahora, y nuestro cerebro, por suerte, está lleno de otras cosas mucho más edificantes. Ya no estamos obsesionadas con “qué me pongo”, “cómo tengo el pelo” y si el hombre que nos gusta llamó o no llamó. Sabemos que no teemos qué ponernos, que el pelo ya no tiene remedio y que, si llama un hombre, es para avisar que llevemos el saco a la tintorería. ¿Qué caso tiene hacerse mala sangre? El día a día nos enfrenta con desafíos mucho mayores: ahora ya no tenemos que calcular cuánto nos crecieron los pelos en las piernas y si es hora de depilarnos o no, sino calcular cuánto nos subió el colesterol, y si es hora de hacernos otra mamografía o no. Y la que tiene hijos, ni siquiera tiene esa procupación , porque se olvida de todo. Al recordar nuestra juventud, la sensación generalizada es la de haber perdido mucho tiempo en tonterías. Por autoprotección mental, tendemos a recordar más lo bueno y a borrar de nuestra memoria lo malo. Por eso nos creemos que todo tiempo pasado fue mejor. Pero seamos honestas: de jóvenes éramos inseguras, retraídas, temerosas, no sabíamos la mitad de las cosas que sabemos ahora y – lo que es peor-¡ no teníamos ni la mitad de dinero que tenemos ahora! Porque si hay algo bueno en la adultez es que ya no tenemos que asaltar a nuestro padre como guerrilleras calculando el momento exacto en que le podemos sacar una moneda para el taxi de la vuelta. De jóvenes le teníamos terror al sexo, y creíamos que en cada hombre que nos dirigía la palabra había un violador en potencia. Ahora que no le tememos al sexo, sabemos que en cada hombre que nos habla hay un fracaso en la cama.... ¡Y se nos acabaron los miedos! Mejor dicho, nos han cambiado de lugar. Ya no tememos que nos violen los desconocidos, ¡sino que tememos que no nos violen los conocidos! Si se le pregunta a cualquier mujer de más de 40 si quisiera volver atrás en el tiempo, te dirá que no, que ahora se siente más plena y segura que nunca. Todas sabemos que hoy día, una mujer grande vive más libre ahora que hace treinta años atrás Mi propia madre me dice “ Yo en verano salgo a la calle con pantaloncitos cortos y sudadera sin mangas...¡ Mi madre jamás podría haberlo hecho!” . Mi abuela un día me dijo: “Yo salí a pasear con un novio sin que ninguna tía me acompañara de chaperona ...¡ Mi madre jamas podría haberlo hecho!”. Y se dice que mi bisabuela dijo: “Yo un día rechacé en la cama a mi marido ...¡ Si mi madre lo hubiera hecho con su marido, yo nunca habría nacido para hacerlo!” Si nuestras abuelas enviudaban, debían vestirse obligatoriamente de negro para toda la vida. Ahora es distinto: las viudas ya no deben vestirse de negro obligatoriamente. ¡Ahora somos todas las que debemos vestirnos de negro obligatoriamente para parecer más flacas y ahorrar jabón en polvo! Las mujeres que podemos acceder a tener un auto sacamos el registro a los 16 años, cosa impensable hace treinta años atrás. Y desde que nos permiten fumar sin restricciones, tenemos el privilegio de poder morirnos de cáncer de pulmón igual que cualquier hombre, cosa inimaginable hace un siglo atrás. También tuvimos acceso al voto, como para que los hombres puedan compartir la culpa de los desastres que cometen los gobernantes electos. Hay otros cambios, además . Por ejemplo, el concepto de “abuela” cambió radicalmente. Antes, una abuela era una anciana que tejía calceta con un chal de crochet, y un rodete gris en la nuca, que no salía nunca de su casa. Ahora, una abuela es una señora rubia qué sólo visita a sus nietos si su hija está internada en terapia intensiva, porque la abuela nunca puede faltar a sus clases de yoga, francés, computación y cerámica. Las abuelas de hoy reemplazaron la tarde haciendo ñoquis por la tarde haciendo Tai Chi Chuan. Una abuela moderna está más informada que las agencias Reuters y Telam al mismo tiempo, se cuida la salud de tal manera que a su lado parecemos un caso enciclopédico de achaques. Una abuela actual también es capaz de fundirte el microondas dejando una cuchara de metal dentro del puré a recalentar y de tirarte a la basura medio kilo de queso Roquefort creyendo que “el queso fresco se echó a perder”...Pero cuando le pedimos que se quede con los críos un día que nos falló la mucama, tiene que mirar su agenda para ver si se hace un hueco entre el taller de “Pintura sobre Seda” y antes de entrar a la conferencia sobre “Viajes por la India”. - ¡Aterriza, mamá! ...¡Tu nieto tiene fiebre, yo tengo que trabajar!¿Y tú piensas irte a la India? - Bueno, mañana no , pero quizás, algún día... - ¿Con qué dinero? - No sé , ya veremos ...Mi prima tiene un hijo que trabaja en Iberia, que tal vez me invite a viajar gratis.. La India es un país muy barato y hay comida vegetariana...¡Ideal para mi colesterol! ¿Qué tiene que ver la vida de tu madre con la de su propia madre, que no salía de la cocina más que para ir al mercado? ¿Qué tiene que ver su conciencia de la salud con la de tu abuela, para quien toda cura residía en “ recostarse un rato” y hacerse una tisana? Es evidente que ahora las mujeres envejecemos mejor. Aunque a tu edad te parezca que a tu madre le vienen todos los achaques al mismo tiempo, y en tropel. Lo que es bueno, ya que te pasas los 40 tan preocupada por la salud de tu madre, que te olvidas de tus propios achaques...¡lo que te hace sentir como una niña!.

La edad de los por qué

LA EDAD DE LOS POR QUÉ Dicen que los cuatro años es la Edad del Porqué. Pero si los cuatro años es “la Edad del Por qué” , los cuarenta son “la Edad de los Por qué no me pregunté antes Por Qué “: ¿ Por qué no me recibí nunca de odontóloga? ¿ Por qué perdí tantos años de mi juventud estudiando Odontología? ¿ Por qué tuve tantos hijos? ¿ Por qué no tuve hijos? ¿ Por qué tuve uno solo? ¿ Por qué me casé tan joven en vez de salir a divertirme? ¿ Por qué me casé tan tarde, en vez de perder tiempo con tantos idiotas? ¿ Por qué jamas paré de trabajar, en vez de dedicarme más tiempo a mí misma? ¿ Por qué no trabajé más, en vez de holgazanear tanto? ¿ Por qué no acepté esa beca en el exterior? ¿ Por qué no rechacé esa beca que me alejó de todos? Como se puede apreciar, no existen decisiones 100% acertadas. Cabe pensar que de aquí a quince años nos preguntemos : ¿ Por qué no me eché una cana al aire cuando todavía tenía carnes firmes? O peor: ¿ Por qué engañé a mi pobre marido con ese compañerito de yoga que para lo único que me sirvió fue para que mi marido se fuera en un crucero al Caribe con una rubia de 25 años? Tengo una amiga que a los 40 dejó de culparse por haberse dedicado a trabajar en vez de cuidar a sus hijos , pensando: “Al menos jamas les voy a decir a mis hijos : “Dejé mi carrera por tu culpa”. Otra, madre por primera vez a los 44, lejos de culparse haber demorado tanto la maternidad, empezó a pensar: “Lo bueno de tener un hijo a los 40 es que cuando yo sea una vieja él todavía va a ser tan joven como para empujarme la silla de ruedas”. Otra que haciendo terapia descubrió que es muy inmadura para su edad, me decía orgullosa: “ Seré inmadura...¡pero tengo presbicia y no leo nada que esté a menos de un metro de distancia!” Las mujeres que dejaron a sus hijos solos para ir a trabajar tienen hijos que les reprochan no haber estado todo el día en casa para ellos . Pero las que dejaron de trabajar para quedarse con sus hijos, tienen hijos que les reprochan no haber ido a trabajar en vez de asfixiarlos con su presencia perpetua. Este es buen momento para verle la parte positiva a las cosas y darse los gustos. Es que sentimos que es la última oportunidad, y que lo que no empecemos ya , luego será cada vez más difícil de emprender, especialmente la carrera de física nuclear especializada en radioisótopos o la de tenista profesional transexual. Según George Bernard Shaw - “ Hay dos tragedias en la vida : una es no cumplir con los deseos , y la otra es cumplirlos”. Eso también es cierto. Si una no se da los gustos, está insatisfecha. Pero si se los da todos, también. Los seres humanos siempre estamos deseando algo : cuando hay sol, que llueva y cuando llueve, que salga el sol. Cuando estamos solas, queremos un novio. Cuando estamos de novias, queremos casarnos. Cuando estamos casadas, queremos que él se vaya a pescar tres días a Bahía Blanca. Cuando vuelve del viaje, queremos un bebé. Cuando tenemos uno, queremos un hermanito. Cuando lo tenemos, queremos una niñera tiempo completo que se encargue de ellos. Cuando el bebé llora, queremos que aprenda a hablar. Cuando habla, le decimos: “¡Cállate la boca!”. Cuando gatea, queremos que camine. Cuando camujer, queremos que se quede quieto. Cuando se independiza, queremos otro bebé. Cuando tenemos otro, queremos que nos aten las Trompas de Falopio con doble nudo marinero. Cuando son chicos, queremos que crezcan. Cuando crecieron, queremos que maduren. Cuando maduran, queremos que trabajen . Cuando trabajan, queremos que nos visiten. Cuando nos visitan, queremos que se vayan para poder limpiar. Cuando limpiamos, queremos vacaciones. Y cuando tenemos las vacaciones, queremos volver a casa porque el colchón del hotel es duro y la calefacción no funciona. Lo más injusto de todo es que, justo cuando una está en la flor de la vida , más plena que nunca, es el momento en que se da cuenta de que la vida no es eterna. Pero esa consciencia nos sirve para darnos cuenta de que hay que vivir el “aquí y ahora”. Aunque a veces el “aquí y ahora” se torne algo espantoso, especialmente si “aquí y ahora” una enorme cucaracha se está trepando a la cama mientras estás leyendo este libro, en cuyo caso más vale vivir el “allá y después”. Mi más espantoso “aquí y ahora” pasó un día que mi hija me dijo : - Mamá...¡mete adentro la panza! - No puedo ...- le dije - ¡ Es así! Carl Gustav Jung decía que entre los 35 y los 40 se produce una modificación de la psiquis. Tal vez sea la que incluye el arte de aguantar la respiración durante media hora para entrar la panza delante de su hija, con tal de que ésta no te critique. Una amiga me comentó: “A los 40 dejé de perder tiempo obsesionándome con todo lo que nunca voy a ser -por ejemplo, una flaca atlética-, y empecé a prestarle atención a lo que sí puedo ser: una gorda cansada” Bueno, tal vez no es el ejemplo más alentador, pero al menos es un valioso ejemplo de autoconocimiento. Hay un precioso librito norteamericano que se llama “ The Velveteen Rabbit” (“El Conejo de Terciopelo”). En el mismo, el conejito se encuentra con un caballo. El conejito no sabe nada de la vida, pero el caballo sí. Entonces el conejito inocente le pregunta al caballo sabio: - ¿Qué es ser real? Y el caballo responde : - No cualquiera puede ser real . Pero en la vida, cuando llega el momento en que eres real ya has perdido el pelo, te arrugas y estás gastado. Pero no importa , porque cuando eres real no puedes ser feo, excepto para aquellos que no comprenden. Tal vez este es el momento en que empezamos a ser menos bellas, pero más reales. Y lo mejor es que sólo seremos feas para aquellos que no comprendan lo que es tener 40 años.

¡Cuarenta veces cierto que cumples 40!

CUARENTA VECES REAL Cuando soñamos, nunca tenemos 40 años. Cuando tengo la suerte de recordar mi sueño al despertarme, y me veo en él como protagonista de mis propios sueños y pesadillas nocturnas, siempre aparezco delgada y juvenil, llevando alegres vestidos estivales, de los que doné a la iglesia hace veinte años. En mis sueños hago cosas que hace siglos dejé de hacer: trepo montañas, patino en el hielo, esquío en la montaña y soy capaz de nadar con un estilo nada despreciable. Pero al despertar, me doy cuenta de que en la vida real apenas si me dan las energías para limpiar el lavabo, pasar el trapo por los pisos y planchar la ropa. No importa, de todos modos... ¿ quién tienen ganas de nadar? Sin embargo, las mujeres de 40 sufrimos severos ataques de autoexigencia extrema. Nos obligamos a ser las mejores madres, esposas, profesionales y amas de casa. Queremos controlar el contenido de la heladera, del lavarropas, del horno, del interior del estómago e intestinos de nuestros hijos, y del contenido del cerebro de toda la familia. Queremos mantener el control de todo lo que pasa en el trabajo y en nuestro hogar. Queremos demostrarnos a nosotras mismas y a todo el mundo que podemos hacer todo, y además, crecer como personas. Y es así como a esta edad empezamos a llenar las aulas de cantidad de cursos de jardinería, porcelana fría, macramé, náutica y carpintería que se nos cruza, además de clases de idiomas, arpa, danzas árabes, Tai Chi Chuán y laúd. ¿Conclusión? Llegamos tarde a todas las clases, olvidamos los materiales y hasta olvidamos qué día nos tocaba ir el arpa china. Nos sumergimos en responsabilidades infinitas y para cualquier otra persona que no sea otra ocupadísima mujer de 40 años, nadie logra entender cómo llevamos a cabo todo eso en el corto lapso de las 24 horas que dura un día. . ¿En qué se nos va esta década a las mujeres de 40? Mejor, planteemos la pregunta al revés: ¿Quién puede abrir cada puerta y alcantarilla de la casa a una cuadrilla antiplagas que nos debe fumigar todo, justo a la hora en que todos partes a la escuela o el trabajo? ¿ Qué chaval de 11 años puede pedir turno con el ortodoncista y no olvidar que martes y jueves tienen básquetbol y que los lunes y viernes tiene inglés? ¿ Qué abuela de 78 años puede ir al kinésiologo que le da un turno nocturno en su consulta en un barrio donde no pasan autobuses? ¿ Qué marido puede llevar a la ginecóloga juvenil a una hija de 14 años que se queja de escozores vaginales? ¿ Qué hijo de 15 años puede tender la mesa, servir los sandwiches y recibir a los 25 chavales que llegan a casa a festejar el cumpleaños de su hermano menor? ¿ Qué hermano de tu hijo menor puede conseguir para mañana sin falta tres metros de cinta roja, diez plumas blancas y cuatro pelotas de poliestireno para un trabajo escolar? ¿ Qué otro miembro de la familia puede explicarle al técnico que viene a reparar el lavarropas el sonido extraño hace el tambor del lavarropas en el proceso de centrifugado? ¿ Qué otro habitante de tu hogar le puede explicar al electricista cuál es el problema con el portero eléctrico, que suena pero no abre la puerta? ¿ Quién de la casa le puede explicar al veterinario los síntomas extraños de tu perro, que sufre alergias varias? ¿ Qué marido puede encontrar solo el destornillador para reparar el timbre de la entrada? ¿ Qué miembro de la familia puede ir a la escuela a escuchar otra vez a la maestra de tu hijo diciendo “ Su hijo es capaz, lo que pasa es vago?” ¿ Qué tío o tía se sentaría junto a tu hijo para ayudarlo a terminar la monografía sobre las obras de Homero? ¿ Qué padre se animaría a apagar el televisor luego de que sus hijos hayan pasado cinco horas paralizados delante del aparato? ¿ Qué vecina puede adivinar que tu hija mayor sólo quiere pastel de fresas para su cumpleaños, exactamente ese tipo de pastel que haces tú? Tu propia vida es la prioridad numero uno, claro. Pero a veces no hay nadie más que ti para hacerse cargo de mantener la integridad de la casa y el bienestar de cada uno de los miembros de la familia. Entonces tu propio bienestar pasa a ser la prioridad cinco mil uno. Claro que puedes mandar todo al cuerno y decirte: “ ¡Que se arreglen sin mí!”. Pero si lo haces, seguramente llegarás a casa para encontrar un perro que se rasca desesperado, 25 párvulos intoxicados por la fumigación, una nota de un técnico que dice “ No reparé el lavarropa porque nadie sabe qué es lo que tiene”, un timbre que no anda porque tu marido no encontró ni un destornillador, un par de hijos idiotizados por una sobredosis de televisión, una hija llorando porque nadie le hizo pastel de fresa para su cumpleaños y además sufre tiene una terrible comezón genital, y un contestador telefónico que arde en llamadas de la maestra citándote para quejarse de tu hijo, de tu madre ofendida porque no la llevaste al kinesiólogo, y de los profesores de inglés y de básquet diciendo qué pasa con tu hijo que no va a las clases... cuando tampoco el chaval tampoco recordó ir al ortodencista. Esa es la vida real. Pero a los 40, las vicisitudes de la vida real también se multiplican por 40. Porque seguramente tienen algún padre con achaques, hijos grandes rebeldes, hijos pequeños dependientes, y un marido achacoso, rebelde y dependiente. La fórmula para sobrellevar los 40 con placidez y responsabilidad es ir entrenando a la familia para que puedan hacer solos la mayor cantidad de tareas posibles. Tampoco puedes hacerte cargo de todo, porque si te estresas y nadie puede contar contigo...¿cómo sobrevivirán todos? Tómate tu tiempo y, cada tanto, date permisos para relajarte. Hay algunas cosas muy buenas que sólo suceden a esta edad. Por ejemplo, cuando una tiene 15 años y pasa el día entero sin salir de la cama, es síntoma de enfermedad. Cuando una tienen 20 años y pasa el día entero sin salir de la cama, es síntoma de depresión. Cuando una tiene 70 y pasa el día entero sin salir de la cama, es síntoma de reumatismo. Pero cuando una tiene 40 y pasa el día entero sin salir de la cama...¡ es síntoma de que se tomó un merecido respiro y que sabe disfrutar de la vida!

La vida empieza a los 40

Mejor un mordisco a los cuarenta de la amarga corteza de la Verdad, que el vino caliente de la ilusión que tragábamos sin saborear a los veinte. James Russell Lowell ( 1898) A veces, después de los 40 cambiamos tanto que nos cuesta reconocernos con respecto a lo que éramos en nuestra juventud. El escritor Juan José Saer dice en “ Lugar” : “Con tantos cambios súbitos o graduales, podemos descubrir que un desconocido, admirable, repelente o curioso- para el caso es lo mismo- ha usurpado el lugar del que creíamos ser.” Hay gente que tarda más en crecer. Woodsworth, Ibsen, Einstein, Linneo, Darwin, Tiziano, Joseph Conrad, Pierre Curie, Herbert Hoover fueron todos fracasos escolares, y los consideraron idiotas en sus años de juventud, para florecer después de los 40. Walter Pirkin , autor de “ La vida comienza a los 40” afirma que “a los 40, la mayoría de la gente no ha llegado a conocerse plenamente a sí misma. Los más capaces obtienen poder y comprensión propios. Pero aún para estos últimos, la cumbre más alta de sus obras está todavía a siete años de distancia.” O sea que, en realidad, la vida empieza a los 47, lo que nos aumenta la chance de pasarla mejor más tarde. Cumplir 40, lejos de representar el fin de la juventud, para muchos significa un principio. A los 40 años, en 1978, Janet Guthrie fue la primer mujer compitiendo en la carrera automovilística Indy 500, saliendo novena y venciendo a varios prestigiosos pilotos varones. A los 40, en 1998, Cristina Suárez se recibió de enfermera. Nunca ejerció, pero...¿ qué importa? A los 40, en 1903, Henry Ford creó la Ford Motor Company . A los 42, en 1807, Robert Fulton inventó la máquina a vapor . A los 44, en 1776, George Washington ganó la independencia de Estados Unidos . A los 44, en 1891, Thomas Alva Edison , inventó la primer cámara de cine . A los 44, en 1924, Nellie Ross fue la primer gobernadora de Estados Unidos, siendo jefa del estado de Wyoming. A los 53 ella fue la primer directora de la Casa de la Moneda de Estados Unidos. A los 44, en 1997, Roberta Peñafiel salió a andar en rollers..¡y sólo se cayó tres veces! A los 44, Johann Sebastian Bach escribió “ La Pasión según San Mateo” A los 45, en 1911, Marie Curie ganó dos veces el premio Nobel por sus descubrimientos en radiología y química . A los 45, en 1926, la americana Eleanora Sears, caminó de Boston a Providence, en 10 horas de trayecto. A los 46, en 1995, Susana Chávez...¡leyó el periódico sin anteojos!. A los 46, Wagner compuso su ópera “ Trsitán e Isolda”, y a los 69 compuso “Parsifal”. A los 46, en 1610, Galileo Galilei descubrió los cuatro satélites de Júpiter. A los 47, Concepción Pérez descubrió que le entraban los jeans del año pasado. A los 49 , en 1884, Mark Twain publicó “ Las Aventuras de Huckleberry Finn”. A los 50 en 1844 Samuel Morse envió el primer mensaje en código Morse . A los 50, Teresa Gámez envió su primer correo electrónico mail sin ayuda. A los 50, en 1859, Charles Darwin publicó “El Origen de las Especies”. A los 50, en 2001, Clarisa Raymúndez ordenó los tarritos de especias por orden alfabético, sin usar lupa para leer las etiquetas. A los 51, en 1534, Martín Lutero tradujo el Viejo Testamento al alemán . A los 51, en 2001 , Elisa Formento tradujo al castellano lo que le dijo su hija adolescente. A los 51 , en 1918, Madame C. J. Walker, inventora y fabricantes de productos capilares, se convirtió en la primera mujer negra y millonaria con ventas anuales de $250,000. A los 52, en 1871, Mary Ann Evans, conocida como George Eliot, publicó “Middlemarch” su major novela. A los 52 , en 1872 Susan B. Anthony fue la primer mujer en votar en una elección norteamericana. A los 53, en 1456, Johann Gutenberg publicó el primer libro hecho en imprenta.. A los 53 años en 1909 , el Almirante Robert Peary llegó al Polo Norte.. A los 54 Leonardo da Vinci pintó la La Gioconda. A los 54, Marta Pantoja se pintó los ojos sin meterse el lápiz en el ojo. A los 56 años en 1959, Glenna Collett Vare venció el Campeonato de Golf del Estados de Rhode Island , 37 años después de haberlo ganado la primera vez. A los 57 , en 1742, Haendel dirigió por primera vez su concierto “ El Mesías” . A los 57 , en 1889, Alexander Gustav Eiffel hizo la torre que representa a París. A los 57 , en 1983, Teresa Márquez hizo sola una torre de panqueques. A los 60, en 1920, Carrie Chapman Catt fundó la National League of Women Voters. A los 60, en 1939 Albert Einstein le envió una carta al presidente Roosevelt advirtiendo del peligro de usar energía atómica en guerra. A los 60, la mujer de Einstein se dio cuenta de que su marido le robó todas las ideas. A los 60, Julie Andrews estrena la versión teatral de “ Victor, Victoria” . A los 61, Marta Echevarría estreno su primer pa de lentes bifocales. A los 62 en 1885, Louis Pasteur dio la primer vacuna antirrábica. A los 62, Estela Suárez se dio la primer vacuna antigripal para la tercera edad. A los 62, en 1969, John Wayne ganó un Oscar . A los 62, la actriz Carol Burnett estrenó “ Luna sobre Búfalo” A los 63, la esposa de John Wayne echó a su marido de la casa a patadas. A los 64 en 1940, Winston Churchill asumió como Primer Ministro de Gran Bretaña. A los 65, en 1997, Rosaura Martínez asumió que se le cayeron las tetas. A los 67, Haendel compuso su “Mesías”. A los 68, la Silvina Pérez se descompuso y no se quejó . A los 68, en 1966 Lillian Carter, madre de Jimmy Carter, se fue a trabajar como misionera de los Cuerpos de Paz a Bombay, India , durante dos años . A los 69, en 1967, Analía Brusca dice que se va a trabajar a La Paz, Bolivia, para escapar de su novio argelino. A los 70, la bailarina argentina María Fux lidera su escuela de danzaterapia. A los 72, el pintor español Goya hizo treinta y tres grabados de extraordinaria belleza. A los 73, una discípula de Goya supo que si no posaba como La Maja Desnuda no la hubiera conocido ni Magoya. A los 73, en 1981, Rex Harrison hizo un tour de un año con “Mi bella Dama “. La actriz Cathleen Nesbitt a los 92 años, hizo el papel de su madre. A los 73, la siciliana Angela Paoletti le tejió un pulóver con tres mangas a su hijo . A los 73 años, en 2001, la argentina Carolina Molinari fue quinta en el ranking mundial de velocistas veteranos, y logró tres récords en 100 metros llanos, 200 metros y salto en alto en los Juegos Sudamericanos. A los 74 años, Carol Channing estrenó “ Hello Dolly!” A los 74 años, en 1981, Katharine Hepburn trabajó en “La Laguna Dorada”. A los 75 años, en 1954, Elizabeth Arden, fundadora de la empresa cosmética, se paraba de cabeza en sus clases de yoga . A los 76, en 1942, H. G. Wells se recibió de Doctor en la Universidad de Londres. A los 77 , en 1999, Juan Cerrutti recibió una carta documento instándolo a pagar las expensas. A los 80, en 1940, la pintora naif Grandma Moses, hizo su primera exposición de pintura individual, y seguió pintando durante otros veinte años. A los 80, el actor George Burns ganó el Oscar por la película “ The Sunchine Boys” . A los 81, Goethe treminó de escribir su novela “ Fausto”. A los 82, León Tolstoy escribió su novela “ No puedo callar”. A los 82, Winston Churchill escribió su libro “ Historia de los pueblos angloparlantes” . A los 83 en 1789, Benjamín Franklin inventó los lentes bifocales. A los 83, en 2001, Josefa Pérez, de Costa Rica, perdió los lentes que inventó Franklin. A los 85, Cocó Chanel fue presidenta de la casa de alta costura que lleva su nombre. A los 88, Konrad Adenauer fuie elegido canciller de Alemania. A los 88 , Michelángelo diseñó la iglesia Santa María degli Angeli en Roma. A los 88 el violoncelista Pablo Casals estaba de gira por todo el mundo. A los 89, Arthur Rubinstein dirigió un impresionante concierto en el Carnegie Hall de Nueva York . A los 89, Albert Schweizer dirigía un hospital en Africa. A los 90 , en 1977 , Georgia O'Keeffe siguió pintando enormes cuadros de flores eróticas. A los 91, Adolf Zukor era director general de la Paramount Pictures . A los 93, George Bernard Shaw escribió la obra teatral “Fábulas Exageradas” A los 94, la alpinista Grace Mc Fadden llegó a una de las cimas del Himalaya . A los 95, María Ibarreta llegó al baño sin ayuda. A los 96, en 1993, el inglés Stanley Wood voló en su avión Piper Cherokee. A los 97, en 1976, Sir Robert Mayer hizo una gira por Estados Unidos con la Orquesta Sinfónica de Londres fundada por él 25 años atrás . A los 98, en 1976, Dimitri Yordanidis logró completar una maratón en Atenas. A los 99 , en 1997, la asturiana Rita Alvarez logró encontrar la otra pantufla sin ayuda. A los 100 años, en 1994, la japonesa Ichijiro Araya trepó el monte Fuji. A los 101, Justiniano Pérez, logró trepó a la cama de su asilo de ancianos. A los 102, en 1971, la inglesa Alice Pollock publicó su primer libro “Retrato de mi juventud victoriana” . A los 102, en 1991, la australiana Minnie Munro se casó con un hombre de la edad de su hijo: Dudley Reid, de 83 años. A los 109, Filomena Yánez se divorció de su marido diciendo que no lo hizo antes porque esperó que los chicos se murieran. A los 116, en 1981, Shigechiyo Izumi, recibió la visita del Primer Ministro de Japón A los 117, en 1997, Ernesto Quispe, de Bolivia, se deprimió en el funeral de su último nieto, fallecido a la temprana edad de 76 años. A los 123, en 1999, la francesa Jeanne Louise Clement, sopló todas esas velitas con su casa abarrotada de periodistas de todo el mundo, que la aplaudían...¡ por estar viva!