lunes, 8 de septiembre de 2008
Síntomas sexuales de que eres mayorcita
Los piropos ya no te ofenden ni molestan: te halagan, te divierten o te sorprenden pensando que quien te lo dijo es miope, borracho o un poquito perverso.
Si un hombre te sigue por la calle, no es que le gustes: es un carterista.
Los hombres desconocidos ya no te piden el teléfono: te piden fuego o monedas para viajar.
Los hombres te miran más cuando hablas que cuando caminas.
Te diviertes más sentada junto a un hombre que acostada debajo de él.
Que los hombres te hagan chistes con doble sentido ya no te pone colorada de vergüenza: es más, ¡eres tú la que se los dices a ellos!
Si un hombre te parece lindo, se lo dices sabiendo que gozas de total impunidad y que él no va a intentar nada. Y si lo intenta, te burlas de él y de su Edipo mal resuelto.
Ya no sientes ninguna culpa por el sexo casual y sin compromiso.
Si después del sexo casual él te confiesa que está requetecasado, en vez de indignarte, sientes un alivio enorme.
Cuando un hombre te mira fijo, es porque tienes un insecto en el pelo.
Le tienes más miedo al sida que a quedar embarazada.
Pasas una noche de amor increíble en la cama… sólo conversando con tu pareja.
Si te deja de venir la menstruación, es más probable que sea una menopausia prematura que un embarazo tardío.
Si quedas embarazada, nadie te dice nada. A lo sumo, te dicen: “ Ya era hora”.
Prefieres una posición cómoda, sin pellizcos ni codazos, que el más exótico Kama Sutra.
De golpe, haces lo increíble: eres tú la quien le señala chicas lindas a tu marido.
La champaña te duerme en vez de ponerte cachonda,
Hace como diez años que no te pones celosa por tonterías.
Si él te dice: “Esta noche llego tarde porque juego al fútbol con mis amigos”, en vez de enojarte te alegras, aprovechas para alquilar el video que te gusta, o para quedarte dos horas hablando por teléfono con tu amiga
Tu idea del sexo salvaje es hacer el amor sin ruleros.
Hace veinte años que no finges ni un orgasmo.
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