lunes, 8 de septiembre de 2008

Con las manos libres

CON LAS MANOS LIBRES Cuando yo era chica pensaba que una mujer mayor de edad es aquella que increíblemente puede pasar la tarde entera sentada en el mismo sillón, sin cambiar de lugar durante horas. Los grandes eran los que se quedaban como Budas sentados y hablando sin parar, mientras que los chicos nos movíamos por todas partes. Me parecía increíble que las mujeres grandes pudieran soportar tantas horas en la misma posición y en el mismo lugar. ¡Qué bastante me daban! ¿ Qué podía tener eso de divertido?. Ahora que me toca a mí ser adulta. Cuando voy de visita a casa a cualquier casa, después de estar tres horas en el mismo sillón, si viene mi hijo y me dice “Mamá, ven a ver lo que hay afuera", le digo: - ¡Ay, no! ¿ Me tengo que parar? ¡ Mostráselo a la tía! Los años nos sacan las ganas de dar la vuelta carnero y nos impulsan a mover sólo las partes del cuerpo imprescindibles para abalanzarnos sobre otra factura de hojaldre y dulce de leche. Los hombres a veces organizan partidos de fútbol para moverse un poco. Las mujeres no. A medida que sumamos años, aumenta nuestro desinterés en movernos, que a su vez es directamente proporcional al desinterés a mirarnos al espejo. Una mujer a los 3 años se mira en el espejo y ve una reina y dice: “ ¡Qué linda nena!” y quiere que todos la miren. A los 8 se mira y ve a la Cenicienta: "¿ Por qué mi nariz es así?”, y no quiere que nadie la mire. A los 15 se mira y ve a la hermanastra de la Cenicienta, dice “¡Mi pelo es horrible!”y decide que no va a salir a ningún lado. A los 20 se mira y ve a la Madrastra, gorda y mal vestido. Dice: “¡Estoy hecha una vaca!” , y decide salir igual. A los 30 se mira y ve a la bruja de Blancanieves, canosa y ojerosa. Dice : “¡ Soy un bicho!” y como no tiene tiempo de arreglarse, sale igual. A los 40 se mira y ve a un enanito de Blancanieves, gordita y arrugada. Dice : “Soy un desastre, pero por lo menos estoy limpia”, y sale igual. A los 50 se mira y ve a una persona parecida a su abuela. Dice “Por lo menos estoy sana” y va por donde quiere. A los 60 se mira, se asusta, dice “ Por lo menos estoy viva”, y va a divertirse. A los 70 se mira, ve una Reina y dice: “ ¡Qué linda vieja!”, y es feliz si a la noche logró dormir tres horas seguidas y si de día no le duelen los huesos. Las mujeres más bellas del mundo jamás disfrutan su belleza: siempre se ven defectos y cosas mejorables. Conocí modelos top infelices que vivían preocupadas por un rulo torcido o una uña más corta que la otra. La edad nos trae la sabiduría de empezar a cuidar más nuestra salud mental que nuestro aspecto personal. Y eso es fantástico, porque nos posibilita usar las manos para cosas más edificantes e importantes que hacernos masajes con cremas reductoras o dedicarnos a hacernos brushings de tres horas. Si usamos las dos manos para aferrarnos a lo que ya no está ( juventud, belleza y esas frivolidades) nos quedamos sin tener con qué abrazar todo lo nuevo que los años tienen para ofrecernos: cosas que, de tan esenciales, son invisibles a los ojos.

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