lunes, 8 de septiembre de 2008
Síntomas físicos de que ya no eres una teenager
Todos tus médicos son menores que tú.
Se incrementan las visitas al flebólogo.
Te empiezan a pedir densitometrías.
No te miras al espejo antes de haberte maquillado.
Evitas la luz despiadada de los ascensores con espejos.
No juegas al tenis con nadie menor de 45 años.
Dejas de comparar tus fotos recientes con las de hace 15 años atrás, y empiezas a compararlas con las de tu abuela.
Eres demasiado joven para el instituto geriátrico y demasiado vieja para ser una estrella de rock.
Compras menos para no cargarte con el peso de las bolsas.
Dejas de patinar en rollers, no porque te canse, sino porque el más viejo que concurre a donde puedes hacerlo tiene apenas 18 años.
Compras ropa que te tape en lugar de que te marque las formas.
Si sales a caminar o a correr por deporte, se lo cuentas a todo el mundo para que sepan que te da el cuero.
No consigues una amiga para jugar tenis, ni aunque pagues tú la cancha.
Ya no usas la bicicleta “ porque se llega antes en auto”.
Te anotas por quinta vez en un gimnasio, pagas la matricula, la cuota, le cuentas a todo el mundo que lo hiciste y a la segunda clase no vas, porque la primera te agotó, y además te saca tiempo para ir al supermercado.
Si te anotas en una clase de buceo te preguntan el nombre de tu hijo.
Ves los recitales de rock por televisión en vez de ir al estadio (en el campo te pisarían y en las tribunas no verías nada).
Después de una comilona, necesitas mucho más tiempo que diez horas de sueño para reponerte.
Una resaca alcohólica puede durarte dos días seguidos.
Te das cuenta que has tomado más de medio vaso de vino cuando al día siguiente tienes un dolor de cabeza que no se te va ni con quince aspirinas.
La alegría de haberte nadado un largo en la pileta, o de haber pedaleado diez kilómetros seguidos, se te evapora cuando te duelen todos los huesos durante la semana siguiente.
Empiezas a tener más oro en la dentadura que en el joyero.
Se te empiezan a llenar de remedios la mesita de luz y el botiquín.
Ya no tienes una amiga que no se tiña el pelo.
A tu marido le aparecen canas en el vello del pecho y a ti en el vello del pubis.
Cada vez te cuesta más trasnochar, y te cuesta menos levantarte temprano.
En vez de buscar mirarte en cualquier superficie que te refleje, empiezas a evitar los espejos.
Ya no te aburre veranear siempre en el mismo lugar: es más, te ahorras el stress de innovar.
Te das cuenta que tu boca promete cosas que tu cuerpo no puede cumplir.
Te entusiasma más la idea de llegar a casa y ponerte las pantuflas, que de llegar a casa, ponerte los tacos altos y salir a bailar.
Cada vez te cansa más atarte los cordones.
Aplaudís con los brazos pegados al cuerpo, para que no se te sacudan las carnes flojas.
Te gusta más el invierno que el verano: no tienes que ponerte la malla.
Cuando vas a la playa, en vez de caminar hasta el muelle y vuelta, o saltar las olas y nadar detrás de la rompiente, te dedicas a embadurnarte con Pantalla 50, y quedarte debajo de la sombrilla a leer el diario.
Los sábados a la noche, en vez de salir, resuelves quedarte en casa con un buen libro, si no hay nada en la tele.
Evitas la ropa sin mangas para que no se note cómo se te aflojaron los brazos.
Ya no te entusiasma salir a comprarte ropa, porque ves las vidrieras llenas de cosas que te quedarían ridículas.
No encuentras zapatos lindos que puedas usar sin llorar del dolor.
Ante cualquier dolorcito, piensas que es preinfarto o tumor maligno.
Te cansas en las escaleras, aun bajándolas.
Lo mejor de las noches de verano no es caminar a la luz de la luna, sino quedarse en casa con el aire acondicionado al máximo.
Cambiaste la clase de aerobics por clases de yoga.
Si para buscar algo necesitas levantarte de la silla, lo piensas dos veces.
Hay más pelos acumulados en el desagüe de la bañera que los que hay en tu cabeza.
Cambias la cerveza por el vino tinto, y el vino común por el malbec, que tiene más bioflovanoides.
Sabes qué son los bioflavonoides.
Te preocupa más el colesterol que la celulitis.
Esta letra te parece muy chica.
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