lunes, 8 de septiembre de 2008
No seré libre , ni quiero serlo
La segunda mitad del matrimonio siempre es mejor que la primera mitad.
Es un poco lo que les pasa a los atletas olímpicos que hacen carreras de resistencia: justo en el momento en que sienten que están por desfallecer, les llega el momento del “ cambio de aire”, que les da la fuerza suficiente para llegar a la meta.
Y como lo que no te mata te fortalece, a esta edad terminamos siendo mucho más fuertes de los que creíamos diez años atrás, porque ya pasamos las pruebas de resistencia.
Una buena noticia acerca de crecer, es que no sólo con los años tú creces, sino que además los maridos crecen y saben separar la paja del trigo. Y no es lo mismo estar con un hombre con quien tienes ciertos años de convivencia que estrenar uno nuevo, sin uso. Los hombres convivientes tienen un plus que no les puedes negar. Y es que están entrenados por una misma. Así como una pasa largos años de su vida tratando de educar a sus hijos con las reglas básicas de la vida, paralelamente pasa el mismo tiempo educando al hombre que tiene al lado. Y lo curioso es que …¡los hombres aprenden! Aunque a veces parezcan más interesados en ver por trigésima vez en la tele el mismo anuncio comercial de cigarrillos que en escuchar tu opinión, lo cierto es que a veces, con tal de no volver a escuchar tu perorata acerca de las cosas caídas o de lo no guardado en la heladera después de usarlo, con sorpresa vas viendo que llega un día que levantan las cosas y guardan en la heladera lo que usaron. ¡ Eureka!
Una relación de pareja estable es aquella en que dos personas resuelven unir sus vidas para discutir en volumen creciente acerca de temas trascendentes como el lugar adecuado del trapo rejilla o la temperatura exacta a la que debe estar la comida, la estufa, el horno o el agua para el mate.
Una buena pareja no se hace con un hombre a quien puedas decirle: “ Soy feliz contigo”, sino alguien a quien puedas decirle: “ No soy más feliz sin ti”.
Aunque el romance sea como vivir en un vivero florido y el matrimonio sea lo que queda de esas flores cuando te las llevas a tu casa, también es cierto que no se puede vivir eternamente en un vivero florido. Dicen que una mujer casada es la que renuncia a su felicidad para poder perder su libertad. Porque es cierto que una mujer casada no es libre... ¡pero tampoco quiere serlo!.
Lo que una puede hacer es rezar cada noche: “ Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las que puedo y sabiduría para saber dónde esconderé el cadáver de mi esposo cuando ya no lo aguante más”.
Claro que hay mujeres que viven la experiencia de divorciarse y volver a casarse nuevamente. La experiencia es esa cosa maravillosa que te permite reconocer un error cuando lo vuelves a cometer.
Truman Capote decía que la vida es una obra moderadamente buena con un tercer acto muy mal escrito. Jonathan Swift dijo sabiamente: “Bendito el que no espera nada, porque nunca se sentirá frustrado”. Buscar un hombre para que le de estabilidad a tu vida, equivale a hacer terapia con el rockero Marilyn Manson.
Por todo eso, el éxito en el matrimonio reside en no esperar mucho del mismo, y ser una misma la que le da estabilidad y consistencia a su propia vida.
Cuando estés fantaseando con arrojar el contenido del ropero de tu marido por el balcón, detente un segundo y pregúntate:
“¿Qué prefirirían mis hijos que haga con mis pequeños ahorros? ¿ Que le pague a un abogado para que inicie el divorcio, o que los lleve de vacaciones a Disney World?”
Si aún así te quedan dudas sobre lo que conviene hacer, ten en cuenta los puntos siguientes:
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