lunes, 8 de septiembre de 2008
¡Bienvenidas a la perimenopausia!
La ciencia médica considera que unos diez años antes de que le llegue la menopausia, las mujeres entramos en la perimenopausia, con ciclos menstruales irregulares y un listado de cuarenta síntomas – sí, 40, para hacer juego con la edad-, narrados en un manual de medicina, a saber: “sofocos, taquicardia, irritabilidad, cambios de ánimo y llanto fácil, sudor súbito, insomnio, períodos irregulares, más fuertes, más leves, ciclos más largos, pérdidas de la libido, sequedad vaginal, ansiedad, incomodidad, terrores o depresiones, dificultad en concentrarse, obnubilación, pérdida de memoria, incontinencia urinaria al correr, reírse o estornudar, picazón en la piel, dolor en las articulaciones, tensión muscular, ablandamiento de las mamas, cefaleas, trastornos gastrointestinales, gases y nauseas, alergias, pérdida del pelo, pérdida de equilibrio y mareos, cambios en el olor corporal, sensación de shock eléctrico bajo la piel y en la cabeza, sangrado de las encías, cosquilleo en las extremidades, sensación de ardor en lengua o paladar, mal aliento, osteoporosis, uñas quebradizas, sensación de escuchar zumbidos o timbres en los oídos y aumento de peso”.
O sea que apenas salimos de toda la enorme sintomatología del Trastorno Disfórico Premenstrual, nos metemos de cabeza en la Perimenopausia. ¡ No tenemos respiro! Otra vez, como con lo de la celulitis, no sé por qué tengo la impresión de que nos quieren hacer creer que el organismo femenino viene fallado. Salimos de un trastorno para caer en otro. ¿No será que la medicina está equivocando el modelo de salud, creyendo que la norma es el organismo masculino, cuando nosotras somos totalmente diferentes a un hombre? ¿No equivale a comparar un elefante con un gorrión? Si consideramos que el elefante es un gorrión enfermo, no habrá tratamiento que alcance para sacarle la trompa, hacerlo bajar de peso, lograr que vuele, que píe y que se pose en un rosal.
Tengo toda la sensación de que somos las elefantas de la sociedad, el gorrión trompudo que debe volar aunque pese cinco toneladas.
Nosotras caemos en la trampa y nos convencemos de que no es normal tener dolores menstruales o arranques de ira premenstrual, ni sofocos o insomnio en la menopausia. Entonces vamos al médico a pedir que nos saque los síntomas, que es como pedirle que nos saquen las tetas. ¡Somos mujeres, por eso los tenemos! Entonces el médico nos receta ansiolíticos que nos duermen y hormonas que nos producen un poco de cáncer como ligero efecto secundario.
De estos diez años de Perimenopausia, los siete últimos previos a la menopausia son una etapa extremadamente compleja desde el punto de vista hormonal. Algunas mujeres elevan el nivel de estrógenos hasta el pico más alto de sus vidas. Otras lo tiran por tierra hasta el subsuelo. Se nos van la aldosterona, la renina, la calcitonina, la prolactina, el estrógeno y la hormona de crecimiento. Llegan a la cima la hormona estimuladora folicular, la luteinizante y la norepinefrina. Bajan los niveles de triodotironina, T4, cortisol, insulina, epinefrina, paratiroidea y la 25- hidroxivitamina D.La secreción de progesterona y andrógenos varía con picos de altos y bajos como una Montaña Rusa.
¿ Y si justo para esta época quedas embarazada de tu último o de tu único hijo?
Un embarazo en esta época equivaldría a cambiar una Montaña Rusa oxidada por un plácido crucero de lujo. O sea que los bebés te ponen pilas justo cuando se te estaban por acabar las Energizer. Pero que sea tu marido el que se levanta a la noche a dormirlo. El también tiene derecho a su dosis de hormonas rejuvenedoras.
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