lunes, 8 de septiembre de 2008
La edad de los por qué
LA EDAD DE LOS POR QUÉ
Dicen que los cuatro años es la Edad del Porqué.
Pero si los cuatro años es “la Edad del Por qué” , los cuarenta son “la Edad de los Por qué no me pregunté antes Por Qué “:
¿ Por qué no me recibí nunca de odontóloga?
¿ Por qué perdí tantos años de mi juventud estudiando Odontología?
¿ Por qué tuve tantos hijos?
¿ Por qué no tuve hijos?
¿ Por qué tuve uno solo?
¿ Por qué me casé tan joven en vez de salir a divertirme?
¿ Por qué me casé tan tarde, en vez de perder tiempo con tantos idiotas?
¿ Por qué jamas paré de trabajar, en vez de dedicarme más tiempo a mí misma?
¿ Por qué no trabajé más, en vez de holgazanear tanto?
¿ Por qué no acepté esa beca en el exterior?
¿ Por qué no rechacé esa beca que me alejó de todos?
Como se puede apreciar, no existen decisiones 100% acertadas. Cabe pensar que de aquí a quince años nos preguntemos :
¿ Por qué no me eché una cana al aire cuando todavía tenía carnes firmes?
O peor:
¿ Por qué engañé a mi pobre marido con ese compañerito de yoga que para lo único que me sirvió fue para que mi marido se fuera en un crucero al Caribe con una rubia de 25 años?
Tengo una amiga que a los 40 dejó de culparse por haberse dedicado a trabajar en vez de cuidar a sus hijos , pensando: “Al menos jamas les voy a decir a mis hijos : “Dejé mi carrera por tu culpa”.
Otra, madre por primera vez a los 44, lejos de culparse haber demorado tanto la maternidad, empezó a pensar: “Lo bueno de tener un hijo a los 40 es que cuando yo sea una vieja él todavía va a ser tan joven como para empujarme la silla de ruedas”.
Otra que haciendo terapia descubrió que es muy inmadura para su edad, me decía orgullosa: “ Seré inmadura...¡pero tengo presbicia y no leo nada que esté a menos de un metro de distancia!”
Las mujeres que dejaron a sus hijos solos para ir a trabajar tienen hijos que les reprochan no haber estado todo el día en casa para ellos .
Pero las que dejaron de trabajar para quedarse con sus hijos, tienen hijos que les reprochan no haber ido a trabajar en vez de asfixiarlos con su presencia perpetua.
Este es buen momento para verle la parte positiva a las cosas y darse los gustos.
Es que sentimos que es la última oportunidad, y que lo que no empecemos ya , luego será cada vez más difícil de emprender, especialmente la carrera de física nuclear especializada en radioisótopos o la de tenista profesional transexual.
Según George Bernard Shaw - “ Hay dos tragedias en la vida : una es no cumplir con los deseos , y la otra es cumplirlos”. Eso también es cierto.
Si una no se da los gustos, está insatisfecha. Pero si se los da todos, también.
Los seres humanos siempre estamos deseando algo : cuando hay sol, que llueva y cuando llueve, que salga el sol.
Cuando estamos solas, queremos un novio.
Cuando estamos de novias, queremos casarnos.
Cuando estamos casadas, queremos que él se vaya a pescar tres días a Bahía Blanca.
Cuando vuelve del viaje, queremos un bebé.
Cuando tenemos uno, queremos un hermanito.
Cuando lo tenemos, queremos una niñera tiempo completo que se encargue de ellos. Cuando el bebé llora, queremos que aprenda a hablar.
Cuando habla, le decimos: “¡Cállate la boca!”.
Cuando gatea, queremos que camine.
Cuando camujer, queremos que se quede quieto.
Cuando se independiza, queremos otro bebé.
Cuando tenemos otro, queremos que nos aten las Trompas de Falopio con doble nudo marinero.
Cuando son chicos, queremos que crezcan.
Cuando crecieron, queremos que maduren.
Cuando maduran, queremos que trabajen .
Cuando trabajan, queremos que nos visiten.
Cuando nos visitan, queremos que se vayan para poder limpiar.
Cuando limpiamos, queremos vacaciones.
Y cuando tenemos las vacaciones, queremos volver a casa porque el colchón del hotel es duro y la calefacción no funciona.
Lo más injusto de todo es que, justo cuando una está en la flor de la vida , más plena que nunca, es el momento en que se da cuenta de que la vida no es eterna.
Pero esa consciencia nos sirve para darnos cuenta de que hay que vivir el “aquí y ahora”. Aunque a veces el “aquí y ahora” se torne algo espantoso, especialmente si “aquí y ahora” una enorme cucaracha se está trepando a la cama mientras estás leyendo este libro, en cuyo caso más vale vivir el “allá y después”.
Mi más espantoso “aquí y ahora” pasó un día que mi hija me dijo :
- Mamá...¡mete adentro la panza!
- No puedo ...- le dije - ¡ Es así!
Carl Gustav Jung decía que entre los 35 y los 40 se produce una modificación de la psiquis. Tal vez sea la que incluye el arte de aguantar la respiración durante media hora para entrar la panza delante de su hija, con tal de que ésta no te critique.
Una amiga me comentó: “A los 40 dejé de perder tiempo obsesionándome con todo lo que nunca voy a ser -por ejemplo, una flaca atlética-, y empecé a prestarle atención a lo que sí puedo ser: una gorda cansada” Bueno, tal vez no es el ejemplo más alentador, pero al menos es un valioso ejemplo de autoconocimiento.
Hay un precioso librito norteamericano que se llama “ The Velveteen Rabbit” (“El Conejo de Terciopelo”). En el mismo, el conejito se encuentra con un caballo. El conejito no sabe nada de la vida, pero el caballo sí. Entonces el conejito inocente le pregunta al caballo sabio:
- ¿Qué es ser real?
Y el caballo responde :
- No cualquiera puede ser real . Pero en la vida, cuando llega el momento en que eres real ya has perdido el pelo, te arrugas y estás gastado. Pero no importa , porque cuando eres real no puedes ser feo, excepto para aquellos que no comprenden.
Tal vez este es el momento en que empezamos a ser menos bellas, pero más reales.
Y lo mejor es que sólo seremos feas para aquellos que no comprendan lo que es tener 40 años.
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