lunes, 8 de septiembre de 2008
Viejos son los trapos
Ninguna mujer de 40 quisieran volver a tener 20 . Cuando recordamos esa edad, nos alarma recordar qué poco sabíamos de la vida.
¿ Quién quiere volver a tener 20 para regresar a casa llorando porque los zapatos con tacones como estiletes sólo nos sirvieron para hacernos ver las estrellas por el dolor de pies, ya que nuestro galán prefirió salir a ver las estrellas con una pelirroja ?
¿ Quién de nosotras quisiera volver a ser joven para compartir un fin de semana tomando gaseosas y comiendo patatas fritas , con muchachas cuyo único tema de conversación es qué muchacho miró a qué muchacha por cuántos segundos y cuál otro no mira a qué otra, antes de que muramos de aburrimiento y/o de indigestión ?
¿ Quién podría ahora leer ilusionada una carta que diga “ te quiero” cada tres frases, y que se solace en el color de nuestro pelo y nuestros ojos, sin sentir náuseas por las cursilerías nacidas de un sentimiento eterno, que no duró ni un mes?
Todo eso estuvo bien mientras duró: nuestra vida es infinitamente más rica ahora, y nuestro cerebro, por suerte, está lleno de otras cosas mucho más edificantes.
Ya no estamos obsesionadas con “qué me pongo”, “cómo tengo el pelo” y si el hombre que nos gusta llamó o no llamó. Sabemos que no teemos qué ponernos, que el pelo ya no tiene remedio y que, si llama un hombre, es para avisar que llevemos el saco a la tintorería. ¿Qué caso tiene hacerse mala sangre?
El día a día nos enfrenta con desafíos mucho mayores: ahora ya no tenemos que calcular cuánto nos crecieron los pelos en las piernas y si es hora de depilarnos o no, sino calcular cuánto nos subió el colesterol, y si es hora de hacernos otra mamografía o no.
Y la que tiene hijos, ni siquiera tiene esa procupación , porque se olvida de todo.
Al recordar nuestra juventud, la sensación generalizada es la de haber perdido mucho tiempo en tonterías. Por autoprotección mental, tendemos a recordar más lo bueno y a borrar de nuestra memoria lo malo. Por eso nos creemos que todo tiempo pasado fue mejor.
Pero seamos honestas: de jóvenes éramos inseguras, retraídas, temerosas, no sabíamos la mitad de las cosas que sabemos ahora y – lo que es peor-¡ no teníamos ni la mitad de dinero que tenemos ahora! Porque si hay algo bueno en la adultez es que ya no tenemos que asaltar a nuestro padre como guerrilleras calculando el momento exacto en que le podemos sacar una moneda para el taxi de la vuelta.
De jóvenes le teníamos terror al sexo, y creíamos que en cada hombre que nos dirigía la palabra había un violador en potencia. Ahora que no le tememos al sexo, sabemos que en cada hombre que nos habla hay un fracaso en la cama.... ¡Y se nos acabaron los miedos! Mejor dicho, nos han cambiado de lugar. Ya no tememos que nos violen los desconocidos, ¡sino que tememos que no nos violen los conocidos!
Si se le pregunta a cualquier mujer de más de 40 si quisiera volver atrás en el tiempo, te dirá que no, que ahora se siente más plena y segura que nunca. Todas sabemos que hoy día, una mujer grande vive más libre ahora que hace treinta años atrás
Mi propia madre me dice “ Yo en verano salgo a la calle con pantaloncitos cortos y sudadera sin mangas...¡ Mi madre jamás podría haberlo hecho!” .
Mi abuela un día me dijo: “Yo salí a pasear con un novio sin que ninguna tía me acompañara de chaperona ...¡ Mi madre jamas podría haberlo hecho!”.
Y se dice que mi bisabuela dijo: “Yo un día rechacé en la cama a mi marido ...¡ Si mi madre lo hubiera hecho con su marido, yo nunca habría nacido para hacerlo!”
Si nuestras abuelas enviudaban, debían vestirse obligatoriamente de negro para toda la vida. Ahora es distinto: las viudas ya no deben vestirse de negro obligatoriamente. ¡Ahora somos todas las que debemos vestirnos de negro obligatoriamente para parecer más flacas y ahorrar jabón en polvo!
Las mujeres que podemos acceder a tener un auto sacamos el registro a los 16 años, cosa impensable hace treinta años atrás. Y desde que nos permiten fumar sin restricciones, tenemos el privilegio de poder morirnos de cáncer de pulmón igual que cualquier hombre, cosa inimaginable hace un siglo atrás. También tuvimos acceso al voto, como para que los hombres puedan compartir la culpa de los desastres que cometen los gobernantes electos.
Hay otros cambios, además .
Por ejemplo, el concepto de “abuela” cambió radicalmente.
Antes, una abuela era una anciana que tejía calceta con un chal de crochet, y un rodete gris en la nuca, que no salía nunca de su casa.
Ahora, una abuela es una señora rubia qué sólo visita a sus nietos si su hija está internada en terapia intensiva, porque la abuela nunca puede faltar a sus clases de yoga, francés, computación y cerámica. Las abuelas de hoy reemplazaron la tarde haciendo ñoquis por la tarde haciendo Tai Chi Chuan. Una abuela moderna está más informada que las agencias Reuters y Telam al mismo tiempo, se cuida la salud de tal manera que a su lado parecemos un caso enciclopédico de achaques.
Una abuela actual también es capaz de fundirte el microondas dejando una cuchara de metal dentro del puré a recalentar y de tirarte a la basura medio kilo de queso Roquefort creyendo que “el queso fresco se echó a perder”...Pero cuando le pedimos que se quede con los críos un día que nos falló la mucama, tiene que mirar su agenda para ver si se hace un hueco entre el taller de “Pintura sobre Seda” y antes de entrar a la conferencia sobre “Viajes por la India”.
- ¡Aterriza, mamá! ...¡Tu nieto tiene fiebre, yo tengo que trabajar!¿Y tú piensas irte a la India?
- Bueno, mañana no , pero quizás, algún día...
- ¿Con qué dinero?
- No sé , ya veremos ...Mi prima tiene un hijo que trabaja en Iberia, que tal vez me invite a viajar gratis.. La India es un país muy barato y hay comida vegetariana...¡Ideal para mi colesterol!
¿Qué tiene que ver la vida de tu madre con la de su propia madre, que no salía de la cocina más que para ir al mercado? ¿Qué tiene que ver su conciencia de la salud con la de tu abuela, para quien toda cura residía en “ recostarse un rato” y hacerse una tisana?
Es evidente que ahora las mujeres envejecemos mejor. Aunque a tu edad te parezca que a tu madre le vienen todos los achaques al mismo tiempo, y en tropel.
Lo que es bueno, ya que te pasas los 40 tan preocupada por la salud de tu madre, que te olvidas de tus propios achaques...¡lo que te hace sentir como una niña!.
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