lunes, 8 de septiembre de 2008
A mi me vas al natural
Después de muchos años de luchar con el delineador, el rimmel y los lápices de labios para que nos hagan las facciones más atractivas, los ojos más grandes y las bocas más carnosas, las mujeres de 40 sabemos que a esta edad ya no hay maquillaje que obre milagros.
Y hasta las que nos pintábamos como puertas, terminamos saliendo a la calle con la misma cantidad de maquillaje que Heidi.
Pintarse no es soplar y hacer botellas. Para las mujeres que nacen escasas de pestañas, como es mi caso, no sólo es cuestión de comprar la Mascara Ultra Engrosador Waterproof con Fibras Extensoras Proteinizadas, sino que además hay que darse tres manos de esa pasta para que aparezcan pestañas donde antes había pelusa transparente.
Una vez leí en una revista femenina un recurso invalorable: darse una mano de mascara – como llaman los yanquis al rimmel -, luego pasarse talco con un algodón sobre la máscara húmeda, y luego aplicar una segunda mano. Así se forma un emplasto negro que cuadriplica el volumen de cada pestaña. Pero claro, te llega a entrar talco o una hebra de algodón adentro del ojo, y también se te cuadriplican las basuritas en el ojo, y las posibilidades de salir con un aspecto de un oso panda. Por eso, en cierto momento de mi vida opté por comprar máscaras waterproof que son las que no se van con nada. Lo juro. Con nada. Ni con lágrimas, ni con ducha, ni con jabón, ni con champú, ni con lavandina, solvente o kerosén. Sólo sale, con paciencia, con leches demaquillantes que tienen un precio diez veces superior al de la misma máscara.
Por ende, te vas aplicando en las pestañas algo semejante a asfalto puro en las pestañas, hasta que se le hacen grumos grandes como ladrillos.
En algunas oportunidades opté por separarme los grumos con una aguja, para que se vayan separando las pestañas, hasta que me enteré que la actriz Analía Gadé, haciendo eso mismo, se pinchó un ojo que tuvo que llevar vendado.
Por eso, ahora, cuando un grumo de rimel no se deshace, directamente me lo arranco junto con cuarenta pestañas.
¿Cómo quieren que las mujeres avancemos en la sociedad, si perdemos un promedio de una hora extra por día, 15 días por año y 5 meses por década, sólo luchando porque nuestras pestañas parezcan más gruesas?
Cuando al final llegamos a un resultado decoroso, siempre hay un hombre que viene y nos dice: “ ¿Para qué te pintaste tanto? ¡Me gustas más al natural!”
Pero eso es pura hipocresía, porque cuando sales con tu marido caminando por la calle con la cara fresca y “ natural”, el mismo señor que te decía que estás más linda con la cara lavada se desnuca para no perder detalle de la mujer hipermaquillada que se le cruzó ante la vista. ¿Cómo se explica esto? ¿ El maquillaje les atrae en caras de mujeres desconocidas, no en la cara de la mujer propia?
De todos modos, una ya no está para luchar con los molinos de viento.
Por más que nos pintemos la boca delineándola por fuera de la línea de los labios, que usemos lápiz de labios nacarado para que parezca más grande, y que usemos rubor bajo los pómulos, no vamos a parecernos más a Salma Hayek que a Bette Midler.
Por eso, en esta edad es buena idea bajar el tono, y cambiar la sombra turquesa y verde por discretos tostados y marroncitos.
Con los años, nuestra cara cada vez tiene menos color, como para hacer juego con el pelo. De todos modos, no hay nada que puedas hacer por tu aspecto personal que mejore el concepto que tu hombre tiene de tú. El maquillaje femenino, lejos de atraer a un marido, sólo sirva para que él se lamente: “¡ Deja ya de maquillarte, que estás bien! ¿ Qué te tienes que hacer ahora? ¿Tienes para mucho? ¡ No te pongas pesada que llegamos tarde!¿Para qué te pones tanta cosa en la cara?” Cuando una se ve finalmente bella en el espejo, y ellos ponen cara de asco... porque temen que con nuestro mauillaje les manchemos la chaqueta. En cambio, si sales al toque con la cara lavada, blanca como una vela, con ojos invisibles de tan chiquitos, ellos dicen “Qué rápido hiciste hoy, ¿ has visto que puedes arreglarte en un minuto, si quieres?” ¿ Arreglarse?¿Quién se arregló?
El amor es ciego.
El matrimonio es amor.
El matrimonio es una institución.
O sea que el matrimonio es una institución para ciegos.
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