lunes, 8 de septiembre de 2008

Por si te toca ser jefa

Dicen que en la carrera laboral de las mujeres hay un techo de cristal, que es lo máximo a lo que ellas pueden ascender. Las mujeres ejecutivas de larga trayectoria opinan que tal techo de cristal no existe: lo que existe es un techo de plomo blindado. Sucede que después de llegar a cierto cargo, ellas se quedan en un puesto de mediana jerarquía observando resignadamente cómo muchachitos que hace un año eran cadetes trepan en semanas a puestos ejecutivos, mientras ellas jamás superan un rango que invariablemente empieza con los prefijos " sub" o " vice". Esta aparente injusticia se debe a una combinación de factores. El estudiante de economía al que ella tuvo que entrenar se convierte en su superior en menos de un año, probablemente se deba a que en el mismo lapso él fue un frecuente compañero de paddle , fútbol o golf del director de área o del jefe de recursos humanos. La solución aquí es aprender a jugar al fútbol lo antes posible, preferiblemente en posición de portera, para dejar que los goles del jefe entren al arco y le den a su superior un minuto de felicidad. Los jefes tienen una tendencia natural a pedir a las mujeres de la oficina que hagan café, repongan el rollo de papel higiénico y envíen la correspondencia. Si te muestras inútil en todo esto (haciendo un café horrible, convirtiendo en hilachas el papel higiénico y perdiendo las cartas en una alcantarilla camino al correo) , tal vez el jefe considere ascenderte a un cargo jerárquico en el que sólo tengas la responsabilidad de hacer cosas más simples, como asistir a desayunos con los miembros del directorio y cócteles en embajadas, donde el único riesgo será atragantarse con un canapé de caviar. En ningún trabajo conviene demostrarse demasiado capaz para ninguna tarea. Ningún jefe quiere a una mujer doctorada con honores, con un postgrado en Administración Empresarial y Política de Harbad, que jamás se equivoque, que complete la tarea suya y ajena con eficacia en segundos, que le haga ganar millones a la empresa en semanas a cambio de un sueldo magro y que además sea cordial y agradable con todo el mundo. Una persona así es un peligro en la empresa: hace quedar como unos inútiles a todos los ejecutivos. No grites jamás. Que un hombre grite, muestra carácter, pero a la mujer que grita le dicen " histérica". Para poder cargar con este nuevo puesto y salir airosa, vas a tener que asumir unos cuantos cambios mentales que vienen muy bien a esta altura de la vida. Tal vez no tengas la suerte de tener cara de señora mayor. Tener una cara fresca y joven a los 40 es una contra a la hora de dar órdenes a los subalternos. Si aún tienes cara de nena, la gente puede creer que eres agradable, cuando tiene que pensar exactamente lo contrario. Una jefa no tiene que agradar a nadie. Intentar caerle bien al jefe o a los compañeros ya no tiene sentido. No debe seducir a nadie ni debe dejar una impresión de que es “buena”. Ya sabemos que en el mundo laboral, a los buenos les pasan por encima. Y si ya cumpliste los 40, te pasarán por encima tres veces, porque tus empleados serán todos menores que tú, y te odiarán por pertenecer a otra generación, por parecerte a sus madres o recordarles vagamente a sus suegras. Todo lo que te pregunten debe desviarlo a su inmediato superior o a otra sección. La frase más repetida de una buena jefa es “Ese tema no lo maneja mi área”. Como los subalternos generalmente no conocen a nadie de otra área, la pregunta quedará sin repuesta, no se animarán a molestar a otro, y - lo más importante - te dejarán en paz. . Cuando una llega a ser jefa se da cuenta enseguida que la buena onda es enemiga del trabajo. Si en tu oficina hay buena onda, los empleados se pasarán todo el día contándose chistes, tomando mate y buscando pavadas en Internet. Para manejar bien una oficina hay que estar atento a las relaciones interpersonales entre los empleados. Por ejemplo, si A, B, C y D se divierten muchísimo juntos y hasta salen juntos los fines de semana, seguirán con la diversión en la oficina en lo que parecerá un domingo eterno. En cambio, si citas a A y B a tu oficina para comunicarles que los beneficiarás con un aumento de sueldo ( que se obtendrá de las rebajas de los sueldos de C y D ) , esto ocasionará un resentimiento de C y D contra A y B. A y B empezarán a trabajar más para merecer el aumento y C y D harán lo propio para recuperarlo. Luego de esto, veremos que C y D serán cómplices y se llevarán bárbaro, pero odiarán a A y B. Lo que hay que hacer entonces es poner a A trabajando con C, y a B trabajando con D, y poner un gran panel divisorio color gris lluvia o verde moco en el medio. Si, a pesar de eso y por la fuerza de la costumbre, A se reconcilia con C y B empieza a saludar a D, se subdividirán ambos sectores con sendos paneles color marrón diarrea o amarillo vómito. Al principio, todos protestarán por las subdivisiones, pero luego se irán acostumbrando al punto de morder a todo objeto móvil que invada su cuchitril. La falta de contacto entre los demás hará que cada empleado decida llevar una radio portátil para amenizar la jornada. Da órdenes absurdas. Si no te sale, ensaya con tu perro o con tu marido los fines de semana. El lunes, algún empleado te responderá trayéndote las pantuflas, el diario o la correa en la boca. El único problema de todo esto es que tal vez tu jefe, - que como todo jefa que se precie es un irredimible mal nacido- de un día para otro te pedirá la renuncia por haberte llevado a tu casa dos rollos de cinta adhesiva, seis lapiceras y diez ganchitos de abrochadora pertenecientes a la empresa, o algún pretexto parecido. Si todo esto sucede en efecto así, siempre podrás conseguir puesto de jefa en otra empresa. Con tu actual bagaje de experiencia, seguramente encontrarás un empleo semejante en el cual probablemente te volverá a suceder todo lo mismo ...¡Pero a una velocidad mucho mayor! ¿ No era mejor quedarse en casa con los chicos?

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