lunes, 8 de septiembre de 2008
Socorro , no me puedo comprar un pantalón
Comprar es simple: una entra a una ferretería, necesita una sopapa, se la dan, la paga y se va. Es sólo cuestión de segundos.
Sin embargo, comprar ropa es algo más complicado.
En cada cambio de estación, las mujeres empezamos a patrullar tiendas, galerías y boutiques para ver qué trae de nuevo la temporada y para aprovechar las liquidaciones del cambio de estación.
Así pensado, todo parece indicar que nos aprontamos para un paseo ideal. Pero la realidad es muy distinta. Huelgan las palabras para explicar qué clase de tortura es probarse ropa en una boutique. Mejor que lo cuenten las mismas protagonistas: una mujer ansiosa por estrenar algo nuevo y una vendedora ansiosa por que se le vacíe el local para comerse tres bocatas y telefonear al novio.
La vendedora siempre están hablando por teléfono con el novio, o contándole por teléfono a una amiga la pelea que tuvo anoche con el novio, o vigilando que el novio que trabaja en la casa de venta de lencería de al lado no quiera espiar a cada clienta que se prueba un soutien.
Si la interrumpimos, nos atenderá de mal modo, por lo que conviene armarse de paciencia, esperar que note nuestra presencia, y que se digne dejar la conversación telefónica para otro momento y atendernos un segundo.
La manera más efectiva de que nos preste atención es empezar a tocar la ropa que hay en el negocio. Así logramos ponerla nerviosa, y que suelte el teléfono con un grito:
-¡ No! ¡No toques! ¿Necesitas algo?
- Sí, quisiera ver...
- No me toques nada, por favor, que después me dejan todo hecho un desastre ( Al teléfono) Bueno, nos interrumpen, amor. Después te llamo. Chuic, chuic.
-Quisiera ver un pantalón... - dice una.
-Y si quieres un pantalón... ¿ para qué me desordenas las blusas? ¿Qué pantalón quieres?
-El de la ventana
-¿El de la ventana? ¿Para ti? ¡Pero no es tu estilo! ¡Ese es para muchachas jóvenes! ¡Tú ya no estás en edad! ¿Cuál es tu talle?
- Creo que. 42....
-¡Ja, ja, ja! ¿42 tú? ¡No me hagas reír! ¡Mira esas caderas!¡ Con suerte eres por lo menos un 46! El modelo de ventana a ti no te va. Es demasiado entallado. Tú necesitas algo que te tape, como esto ( Saca una capa gigante)
-No. Quiero algo más sexy, algo más para la noche...
-¡No me apoyes el bolso en el vidrio del mostrador, que se rompe!
- Algo como esta blusa...- dice una señalando de lejos lo más decente del local.
-¡ No la toques que se mancha!
- No, en realidad lo que quiero es el pantalón de la ventana.
-¿Ese de chavala. ? ¡ Ya te dije que no es tu estilo!
- ¿No me dejas probármelo?- intenta una.
-Pero lo vas a llevar seguro, ¿eh? ¡Si no, no me lo hagas sacar de allí, que es un lío volverlo a poner! ....
- Depende... - decimos, conservando la dignidad-... de cuál sea el precio.
-No lo sé. Lo sabe la dueña, que se fue a tomar un café.
-Bueno, si me lo puedo probar...
La vendedora tarda media hora en sacarse las botas para entrar a la ventana decorada, donde hace contorsiones circenses mientras protesta porque se caen cartelitos o pisa ropa...
- ¡ Lo único que me faltaba!...Pasa al probador, pero no me tires las cajas que están apiladas al costado. He pasado la tarde entera ordenándolas. Y hazlo rápido que hay otra señora esperando.
Cuando estamos en bombacha caída y con los tobillos enroscados por los pantalones, la empleada nos abre la cortina de par en par y nos dice:
- ¿ Cómo te queda? ¡Ay, todavía ni te los pudiste subir!... Si quieres mirarte al espejo, ven al que está aquí afuera. La gente que pasa ya está tan acostumbrada a ver gordas como tú , no te mirarán, no te preocupes ¡Ni que fueras tan hermosa, vamos!...Ah, no pongas el pantalón en el piso, que se ensucia. No lo cuelgues en el perchero, que queda marcado
Cuando estamos luchando para que el pantalón nos llegue a las caderas, la dependienta nos grita del otro lado:
-¿Por qué te demoras tanto? ¿No te va? Puedo fijarme si me queda algo en el depósito. Queda a seis calles de aquí, voy y vuelvo enseguida. Atiende el teléfono y dile a mi novio Pablo que enseguida vuelvo.
Y no deja ni que respondamos antes de abrir la cortina sin permiso diciendo:
-¿ Puedo ver cómo te va?¿Ya está? ¿Y qué tal? ¡Qué feo ese rollo que te sale por la cintura! Cuando llega la primavera hay que comer menos, querida. ¡Te dije que era demasiado pequeño para ti! Con un poco de jabón puedo hacer que te suba el cierre... Respira hondo. Entra la panza o te pellizco... ¡ Entra la panza, te digo, que si te lastimo me vas a echar la culpa a mí de tu gordura!
- Ya la estoy entrando...
- ¡ Vas a tener que adelgazar!
- ¡Ay, me has pellizcado la piel!
-¡Yo no fui, fue el cierre! ¿ A ver, a ver? Da la vuelta... Mira: esto te queda bien. Le corres el cierre, bajas seis kilos y te queda como un guante, justo tu estilo. Esto es el último grito de la moda en París. Se vendió muchísimo. Es el último que me queda. Si no te deja respirar, quédate tranquila que esta tela cede. Quítatelo rápido que tengo gente. Dámelo que te lo pongo en una bolsita. Cualquier cosa, lo puedes cambiar un martes de 7 a 8 de la mañana del cuarto sábado de febrero de un año bisiesto, si traes la boleta, no le sacaste la etiqueta y si la dueña está aquí en el local.
Con tal de irse de ahí cuanto antes, una saca la tarjeta de crédito y escucha:
-¡Perdona, tarjetas no aceptamos! Dame ese billete de mil que te veo ahí... Si no, la dueña me mata. ¡Vuelve cuando quieras, linda! ! Mira que te espero, ¿eh?
Claro que una lo compra. Compra lo que se probó como para justificar que no haya sido en vano tanto sacrificio. Y promete no volver a comprarse ropa jamás. Pero pasa el tiempo y una se va quedando sin ropa decente. Y no hay manera de renovar el vestuario que no sea pasando por este calvario.
Si no queremos comprar ropa en un supermercado o en una feria americana, y tampoco nos fascina ir a clases de corte y confección, no nos queda otra que pasar otra vez por la tortura de aguantar a una vendedora de boutique.
Hay que tomar el asunto con filosofía: comprar ropa es algo así como hacerse un Papanicolau. A nadie le gusta, pero es necesario, y es un paso que hay que dar sólo una vez al año.
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