lunes, 8 de septiembre de 2008
Capítulo 4: La imagen ante todo- ¿ Como se viste una mujer de 40?
Multo autem ad rem magis pertinet, qualis tibí uideans quam qualis aliis
. Séneca (Epistolae ad Lucitum)
("Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los otros opinan de ti.")
La incapacidad sirve de excusa para evitar el trabajo.- Publio Siro
Después de habernos pasado media vida haciendo dieta y la otra mitad intentando retomarla, las mujeres de 40 llegamos a una conclusión fatal: hemos llegado a nuestro tamaño standard.
¿Qué es el tamaño standard? Es el tamaño promedio entre lo más flacas y lo más rollizas que estuvimos en toda nuestra vida.
Digamos que a los 40, una mujer tiende a quedarse en una medida determinada, porque ya no se pondrá a subir y bajar de peso a lo loco como hacía cuando el peso era lo que más le preocupaba en la vida.
Más vale que lo reconozcamos de una vez por todas: más vale que regalemos de una vez por todas ese vestido de jersey pegado al cuerpo que nos da aspecto de salchichón alemán. Lo que no pudimos usar hasta ahora, probablemente jamás podamos usar.
Antes de comprarnos algo nuevo, deberíamos empezar a meditar en el probador: “¿Yo saldría ahora mismo a la calle con este vestido transparente con breteles de strass?”. Si la repuesta es “ Ni loca”, no lo compres: tampoco te lo pondrás en la fiesta de quince de tu sobrina, ni en el casamiento de tu prima.
A los 40 las mujeres entramos en una especie de Crisis de Vestuario, producida por otra duda relativa a esta etapa, que es:
¿ Cómo diablos se has visto una mujer de cuarenta?
¡No hay ropa para nosotras!
Si vamos por la calle mirando vidrieras con ganas de comprar algo lindo, encontramos solamente dos variantes de dos equipos repetidos:
a)Polleritas minúsculas de gasa transparente para combinar con remeritas que dejan el ombligo al aire.
b)Camisolas largas con pantalones anchos talles 48 y vestidos gigantes, rectangulares con hombreras, ideales para regalarle a nuestras suegras.
¿Y nosotras qué nos ponemos? ¿Nadie se acuerda de la opción “c”?
Las vidrieras están llenas de ropa que está a la última moda o de cosas que no están para nada de moda. Vestirse al último grito de la moda a los 40 años es hacer el ridículo. Para colmo, en los últimos tiempos se puso de moda combinar colores que hace unos años eran una ordinariez total: turquesa y marrón, naranja y fucsia... ¿Somos víctimas de una legión de modistos daltónicos?!
Buscar ropa adecuada para esta edad es un trabajo chino.
Tenemos que buscar algo que no esté 100% a la moda, de modo tal de no caer en la vulgaridad de uniformarse como teen agers, y que no esté tan viejo que parezcamos salidas de una película de Doris Day..
Las mujeres de mediana edad más elegantes que vemos en las revistas van a lo seguro: se visten de beige, blanco y negro. Y usan siempre tailleurs . Un tailleur está bien para la oficina, pero, ¿qué nos ponemos para salir a pasear, para ir al médico o al súper?
Para colmo, toda esta es una decisión absolutamente personal y privada. Si llegamos a preguntarle a alguien “¿Qué te parece lo que me puse?” , nunca vas a encontrar dos personas que opinen lo mismo. Tal vez tu hija adolescente te dice “ ¡Mamá, con eso estás ridícula!”, mientras que tu marido te dice “ Lo de abajo está bien, pero no pensarás salir con ese escote a la calle”. Así es que es mejor no pedirle opinión a nadie, para no terminar escondida en el fondo del placard, detrás de la ropa talle 42, tapada por un Montgomery que no usas desde hace treinta años.
Cuando una mujer le pregunta a un hombre: “¿ Cómo estoy?”, lo mejor que puede hacer un hombre es idear una respuesta entre honesta y delicada, y luego dejarse caer al piso fingiendo ser víctima de un ataque fatal de apoplejía.
No hay manera de salir indemne de esa peligrosa pregunta. De ese modo se evitan diálogos inútiles como:
- Estás linda...
- ¿Sólo linda?
- Sí. ¡Estás bien!
- Recién dijiste “linda”, y ahora sólo “bien”. ¿No te gusta?
- Sí me gusta.
- ¡Lo dices con un tonito tan raro...!
- Bueno, si no te gusta a ti lo que llevas puesto, cámbiate y listo.
- ¿Has visto? ¡No te gustaba! ¿Y qué es lo que no te gusta? ¿El modelo o el color? ¿La blusa o el cinturón?
- ¡Estás muy bien, no te pongas pesada!
- ¡Me lo dices de compromiso, pero en realidad no te gusto nada!¡Y encima me maltratas!¡Buaaaá!
Las mujeres les seguimos pidiendo opinión sobre nuestro aspecto a los hombres, cuando ellos no están capacitados para juzgar el arreglo femenino.
En primer lugar, para ellos, aunque su esposa cumpla 108 años la recuerdan siempre igual al momento en que la conocieron por primera vez.
Esa imagen del primer momento se graba en el cerebro masculino y no hay nada que la haga cambiar ( felizmente para ambos), aunque con el paso de los años a ella se le caiga la nariz, la cola y le crezca una joroba.
En materia de atraer a un hombre, sólo hay que romperse el alma para estar bellísima en aquel histórico primer encuentro en que él te ve por primera vez. Como en otras circunstancias de la vida, con los hombres la primera impresión es la que vale.
El marido de una amiga siempre dice: “ Lucía está igual que a los 20 años, lo único es que ahora tarda más en aparentar esa edad”.
En segundo lugar, un hombre no puede opinar sobre nuestro aspecto porque ellos tienen cero criterio estético. Si nosotras no los tackleamos en la puerta de casa diciendo “ ¡ Quítate eso!”, son capaces de ir a una reunión de directorio con una camisa rosa, una corbata a cuadros rojos y un saco verde, sin sentir ningún bochorno. Tampoco tienen problema en enfrentar al mundo con cabezas calvas y mechones de pelo brotándoles de la nariz o de las orejas.La mayoría de los hombres están seguros de que lo único que pueden hacer por su apariencia personal es bañarse y afeitarse, y después de eso, todo lo que les queda hacer es mirar más televisión.
Y si les preguntamos si no pensaron en mejorar algo de sí mismos, nos dicen: “Tienes razón: voy a comprar un televisor más grande.”
Las mujeres, en cambio, vivimos en perpetuo estado de disconformidad con nuestros cuerpos y arreglo personal.
Siempre nos falta algo para sentir que estamos perfectas.
¿Por qué tenemos tan baja autoestima? En parte porque nuestros referentes son mujeres bellas.
De chiquitas, las mujeres queremos ser lindas como nuestras muñecas, como las princesas de los cuentos o como las actrices de cine. Ningún varón crece queriendo ser como Mel Gibson o como George Clooney.
Los hombres, en cambio, se identifican más con Batman o el Hombre Araña, pero tampoco quieren ser como ellos. ¿Para qué intentar ser alguien que trepa por las paredes y lanza telarañas de los dedos? Sería tan en vano como querer ser una Barbie con 150 de contorno de caderas...
En eso, los hombres son más inteligentes. Aún no nació el hombre que diga “No puedo salir a la calle con estos pelos...¡ Yo quiero tener el flequillo de Leonardo Di Caprio!”.
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