lunes, 8 de septiembre de 2008
Síntomas de que ya no eres una niña
Las velas de tu pastel de cumpleaños pueden activar las alarmas de incendio.
Tu contador te avisa que ya es hora de empezar a hacer aportes para la jubilación.
Tus hijos empiezan a pedirte algunas cosas que quieren quedarse cuando te mueras.
La garantía de por vida de tu reloj ya no te parece tan extensa.
No entiendes ni una palabra de los suplementos juveniles de los diarios.
Te horroriza el tono chabacano, vulgar y escatológico de los programas televisión.
Eres más paciente con tu madre cuando no puede leer sin anteojos, cuando confunde un papelito plateado con un anillo o una vela roja con jalea de membrillo.
Te parece que las revistas femeninas están diciendo siempre lo mismo, y repiten los mismos artículos que leíste en 1976.
Prefieres la montaña a la playa.
Tus artistas favoritos tienen más de 20 años de carrera.
Ya no te extraña que te digan “ Señora”.
Prefieres ir a la playa después de las cuatro de la tarde.
Prefieres que sea otro el que maneje el auto.
Prefieres todas las películas originales (“ Sabrina”, “Tres hombres y un bebé”, etc.) a sus remakes hollywoodenses.
No te importan un comino las películas de los “ making of” de las películas.
Vas al shopping con un objetivo definido y sales de ahí en menos de una hora.
Empiezas a leer novelas que antes ni te animabas a abrir.
Si te piropean por la calle, en vez de enojarte, dices: “Gracias”.
Con la solicitud de empleo y el currículum envías una foto de hace diez años, rogando que guardes algún parecido con la que eres hoy.
Ya no recuerdas cómo se plegaba un coche de bebé.
Ya sabes lo que quieres. O, al menos, sabes que no puedes seguir mucho más tiempo planificándolo.
En los supermercados escuchas versiones orquestadas de la música que bailabas en los asaltos.
En las tiendas de discos no encuentras un solo disco compacto que te gustaría escuchar.
Los tarjeteros de discotecas de la costa te esquivan, y sólo te dan tarjetas infantiles para llevar niños al circo.
Los sobrinos que ayer hacías dormir en tus brazos sosteniéndoles el chupete, saben más computación que tú, y algunos son hackers experimentados.
Tus primos más chicos te piden que les traigas cigarrillos o whisky de los free shop.
De la noche a la mañana, tu familia se achicó entre los mayores y se agrandó entre los chicos.
Sintonizas la radio que pasa música más suave.
Sabes quiénes son Joan Baez y Grateful Dead..
Sabes lo que es Monterrey Pop, Bangla Desh y Un Fantasma en el Paraíso.
Has visto Woodstock en el cine como diez veces, siempre con novios distintos.
Te importa más cómo salen tus rosas del jardín que cómo te sale la comida.
Empiezas a decir: “ Cuando yo era chica...”
Vas con cuidado por las veredas con baldosas flojas.
Vas a una fiesta en una casa con jardín y te interesa más el jardín que la fiesta.
Ves los juguetes de tu infancia... en un museo.
La mayoría de tus compañeros de trabajo nacieron el mismo año de tu último ascenso.
La ropa que guardaste hasta que volviera estar de moda... está de moda otra vez.
Tu silla para la computadora tiene más opciones que tu auto.
No entiendes por qué se dejaron de usar las cómodas calzas y las sentadoras hombreras.
Tu marido tiene más pelo en la nariz y en las orejas que en la cabeza.
Te empieza a gustar la música de acordeón.
Empiezas a entender la letra de los tangos.
No te acostumbras a usar el código postal.
Te horroriza ver que los que nacieron cuando tú te estabas casando están casados, tienen hijos y son los jefes de su oficina.
Te crees que eres la única mujer del planeta que todavía sabe cómo hacerse la toca.
Te parece que eres la única mujer de la ciudad que no usa teléfono celular.
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