lunes, 8 de septiembre de 2008
¿ NO me convidan crema facial nutritiva que me muero de hambre?
La publicidad nos quiere convencer de que necesitamos cosas sin las que hasta ahora vivíamos lo más bien. Y para que nos creamos eso, primero tienen que mellarnos la seguridad, la autoestima y la tranquilidad con mensajes del tipo:
“¿Sabía que el paso de los años reseca su piel como una hoja otoñal?”, “Después de los 40, las mujeres pierden calcio y vitaminas”, “Este verano, Ud. podrá al fin lucir una cintura perfecta” o “¿Su desodorante es efectivo las 24 horas?”.
Si nos repiten eso las suficientes veces, una termina convencida de que le falta crema humectante, comprimidos de calcio, pastillas adelgazantes y desodorante extra duración. Y va corriendo a comprarse todo eso, gastando un dineral en cosas que no necesitaba. Las mujeres compramos mayonesa sin huevo, manteca sin leche, crema en aerosol, y jugos de fruta en polvo y sin fruta. A las de 40 nos persiguen más, sabiendo que entramos en una etapa en la que pueden convencernos de que efectivamente nos estamos desmoronando y que conviene comprar muchas cosas para apuntalarnos como al muro de un edificio histórico.
Cuando una era chica creía que las farmacias eran un lugar donde se venden sólo remedios que curan. Con los años, una se entera que la farmacia es un negocio como cualquier otro.
Cada vez más son las farmacias y perfumerías llenas de carteles con rostros de mujeres perfectas diciendo “Piel nueva con el Tratamiento Orly”, o “Yo también tenía arrugas, pero las cremas rejuvenecedoras Bell me cambiaron la vida”. Hay una publicidad que muestra una mujer con la cara vendada, con el slogan: “¿Hasta dónde eres capaz de llegar?” (para ser bella, se entiende), sugiriendo que esa crema produce algo parecido a una cirugía plástica. Y otra dice “ la edad llega por falta de isofionas, y CremVital te devuelve los que perdiste”. Te devuelve las isofionas que perdiste en un mes quitándote todo el dinero que ganaste en ocho meses.
En todas las farmacias hay montones de folletos que dicen “Lo que necesita tu cuerpo después de los 40”, y te hablan de comprimidos milagrosos. Si te das una vuelta por las góndolas de las cremas anti- edad ( o anti-age como las llaman ahora), encuentras ungüentos con componentes mágicos de nombre increíbles. Algunos tienen “aceite sintético de placenta de tortuga”. ¡Pero si la tortuga es un ovíparo! ¿De qué placenta hablan? ¿ Y qué es el aceite sintético de tortuga? ¿ Le han sacado la tortuga de hule azul que usa mi sobrinito en el baño, para convertirla en aceite?
Otros tienen extracto de Karité –“¡Por Karité, sáquenme las arrugas!”-, o aceite de Purcelin - para que lo asocies con la palabra porcelana...¿o con “puerco”?-; y vaya a saberse qué es porque siempre viene con el dibujo de un cisne.(¿El Purcelin será pasta de cisne?) También hay cremas con nanósferas- una manera elegante de decir “ pelotitas de grasa”- que humectan la piel.
¿Qué obsesión por la piel pretenden inculcarnos? Después de todo, la principal función de la piel es evitar que la gente que te mira vomite del asco.¿No lo cumple a las maravillas sin necesidad de potajes y ungüentos raros?
Hoy por hoy, parece que ser flaca es más importante que saber hablar inglés...o que saber hablar.
Sabiendo que la culpa femenina corre por el lado de la necesidad de ser flaca, también nos venden cualquier cosa que prometa adelgazar: ácidos de fruta, hierbas, algas, masajes reductores, centella asiática y hasta crema de urea, que no es otra cosa que pis sólido
Como los laboratorios cosméticos saben que las mujeres vivimos muertas de hambre, siempre haciendo dieta, también nos quieren hacer creer que nos podemos dar los gustos por la piel, y nos venden cremas humectantes y lociones de avena y leche, de miel y germen de trigo, de pepinos y yogur, y cremas con extracto de caviar. Y corremos a comprarlas porque sólo leer la etiqueta nos hace agua a la boca.
Con el hambre que tenemos siempre...¡con ganas nos tomaríamos un pote entero de crema nutritiva de miel, leche y avena!
¿Qué mejor que nutrir nuestra piel con nombres de cosas ricas, sin engordar un solo gramo?
Me estaba extrañando que nadie hubiera inventado un champú de chocolate, cuando de golpe lo vi en un estante: ¡“ Champú de Chocolate para Cabellos Castaños” Obviamente, abrí la tapita y lo olí. No olía a chocolate, sino a rosas. Una lástima: si olía a chocolate ...¡seguro que lo compraba! No veo la hora de que salga la crema de enjuague de cantimpalo para cabellos largos, el champú de sambayón para cabellos rubios y la pomada de mantecado con nueces y almendras para levantar la cola. Ya existen cosméticos con frutilla, crema, kiwi, cereales, yogur, crema, huevo y palta. Y hasta hay un delicioso mousse modelador para el pelo. Sólo me falta que salga el tónico capilar de frambuesas con crema Chantilly, y la crema nutritiva de paella valenciana para ser una mujer feliz.
Pero debo ser fiel a mis principios: jamás cometería la frivolidad de gastar plata en cremas antiarrugas y sabores atractivos que te prometen un cutis terso y juvenil. Prefiero ahorrarla y dentro quince años hacerme un lifting completo.
Mientras tanto...¿ nadie me presta una nanósfera?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario