lunes, 8 de septiembre de 2008

Capítulo 2 : Poniendo el cuerpo

La edad más fascinante de las mujeres es entre los 35 y los 40 años, cuando ya ganaron algunas carreras y saben apaciguarse. Y ya que pocas mujeres confiesan pasar los 40, la máxima fascinación puede continuar indefinidamente . Christian Dior (1955) Hace tres años tenía cuarenta ..¡.Oh , dije cuarenta! ¡Se me escapó!! De pronto siento como si me hubieran descubierto luego de que me quité toda la ropa... – BetteDavis LAS ARRUGADAS NO ARRUGAN La periodista Rosa Montero – sí otra vez ella...¡pero es muy ilustrativa!- contó que durante toda su juventud estuvo enamorada del Beatle Paul Mc Cartney . Como cronista del diario español “El País”, le tocó entrevistar a personalidades de todo el mundo, pero ninguna le impactó más que la que le realizó a su adorado Paul en su granja de Surrey, Inglaterra. ¿Por qué quedço tan impactada? ¿ Porque el Beatle le cantó “Yesterday” bajito coin su guitarra , y “All Together” a voz en cuello en su piano de cola? No: lo que le impactó fue ver cómo los años le habían pasado por encima a su bello ídolo de la juventud:“Su cara estaba terriblemente envejecida. Pero no estaba arrugada, hundida ni ajada, como les pasa a otra gente.La cara de Paul McCartney se había derretido como una máscara de cera. Fue impresionante. Para mí fue como verme en un espejo, porque lo que los años habían hecho en él, seguramente lo habían hecho también en mí, solo que de verme todos los días, yo no me había dado cienta”, dijo la cronista . Es que el paso del tiempo siempre es más evidente en los otros que en una misma, que no percibe los cambios, ya que todos los días se mira al espejo. Un famoso dibujante humorístico del New York Times, Al Hirschfeld, que hacía caricaturas de los más notables actrices y actores, nunca fue muy querido en el medio artístico, porque nadie se reía del retrato propio: “Está obsesionado con mi mandíbula”, “Yo no tengo ese cuello”, “¿Porqué me hizo los ojos así?”, decían Catherine Hepburn, Carol Channing, Lucille Ball y tantos otros actores famosos. Es que a todos nos cuesta reconocer nuestra propia imagen en una foto , en un retrato y hasta en el espejo mismo. Los pintores de retratos saben bien que si no mejoran la imagen de la vida real, el retratado no les va a comprar el cuadro. Nadie aguanta ver que el tiempo nos tira la cara abajo. Por eso, cada vez que nos acercamos a un espejo, las mujeres sabemos bien qué mueca determinada nos favorece haciéndonos un “lifting” instantáneo. También sabemos poner la misma cara cada vez que nos apuntan amenazadoramente con una cámara de fotos. Tal vez nos creamos bellas en los espejos y los vidrios de vidrieras , y sigamos saliendo muy bien en las fotos. El espanto nos asalta cuando de golpe nos vemos reflejadas cuando menos lo esperamos, sobre una bandeja de plata, en el costado de una alacena de aluminio, en una puerta que se cierra sin que hubiéramos visto que tenía un espejo del otro lado. “¿ Así de vieja estoy?”, pensamos en un nanosegundo de espanto, que es el tiempo que tardamos en arreglarnos la cara con nuestra “mueca-lifting” que nos saca diez años: estiramos el cuello, alzamos la frente, ponemos los labios en trompa hacia fuera, abrimos bien los ojos sin alzar las cejas ( porque se nos arrugaría la frente) y ...¡Bingo! ¿ Quién dijo que tenemos 40? Podemos pasar más de veinte años de gloria creyendo que la verdadera cara nuestra es esa que “ponemos “ ante el espejo. Hasta que un día entramos a un baño de mujeres a la salida del cine, y lo vemos lleno de mujeres de más de 40, poniendo esa “mueca lifting”: cogote estirado, labios en trompa y ojos desorbitados, que pensábamos que era nuestra creación exclusiva. Si un hombre entrara a los aseos femeninos en ese momento, huiría despavorido ante todas las tropitas estiradas que se miran al espejo con ojos de huevo duro. Y nos damos cuenta de que todas creemos estar engañando a todos, ...¡pero nadie engaña a nadie! La confirmación de esto nos llega cuando nuestra hija menor nos hace pasar un calor de verano al subir con ella a un elevador con espejo y lleno de gente seria. Es en esos momentos de silencio sepulcral , cuando mi hija me dice a los gritos: - Mamá, ¿Por qué pones esa cara de mirarte al espejo cada vez que entras a un elevador? ¡ Pon tu cara normal! “ Porque es la cara con la que menos me odio al verme”, quisiera decirle una a la hija que le rompe las ilusiones de belleza instantánea. Pero en vez de hablar, le tapamos la boca y nos escapamos en el segundo piso, para esperar el próximo elevador quer nos lleve al séptimo, rogando no volver a cruzarnos con ninguno de los demás pasajeros del elevador que la escucharon.... ¡Jamás en la vida! VENAS QUE ENVENENAN De jóvenes pensamos que siempre estaremos iguales y que, llegado el momento, todo tendrá solución con un poco de tintura y maquillaje.Lo que una no sabe a los 20 años es que ningún cambio sucede en el cuerpo como una lo supone. La edad no es un asunto de arrugas y canas, sino que el tiempo nos deja su impronta de maneras mucho más sutiles. Yo tenía veinte años cuando fui a cenar a un restaurante con una amiga. Entonces descubrí, en una discreta mesa del fondo, al marido cincuentón de una vecina agarradito de la mano con una joven morocha desconocida. Cuando mi amiga ( un poco más grande y experta que yo) los miró, me dijo: - ¡Pero ese hombre le mete los cuernos a tu vecina con una vieja! - ¿De qué vieja me hablas, si la morocha es espectacular? - ¿La que está con él? ¡Es una mujer de más de 40 años! - ¿Cómo lo sabes ? – le pregunté - Mírale las manos: ¡las tiene llenas de venas! Ese fue el primer registro que tuve del cambio de los sutiles cambios del cuerpo con la edad. ¿A qué chica de 20 se le puede ocurrir que en cierto momento de la vida la edad se delata con manos venosas? Desde entonces empecé a mirarle las venas a todo el mundo, creyendo que eran el único marcador cronológico que revela la verdadera edad de la gente. Es increíble que los cirujanos plásticos digan que son capaces de sacarte años de cualquier parte, pero no haya ni uno que se dedique a rejuvenecerte sacándote venas. ¿De qué sirve hacerse un lifting total, si siempre habrá alguien diciendo “Tu cara es de 25, ¡pero mira las venas que tienes en las manos!”? En un empleo que tuve, me obligaban año tras año a hacer un análisis médico completo obligatorio a cargo de la empresa. Durante más de una década, fui al mismo consultorio donde el mismo enfermero de bigotes me sacaba sangre del mismo brazo. Todos los años el enfermero se quejaba de que mis venas eran difíciles de hallar, porque casi no las veía. Un buen día el mismo señor, cuando estaba a punto de clavarme la aguja en el antebrazo para sacarme sangre, exclamó entusiasta: “¡ Pero mira qué venas te han salido!” Nunca supo cómo me amargó el día: salí pensando que ya era una decrépita anciana. Tardé años en darme cuenta de que lo que menos le miran los hombres a las mujeres son las venas. ¡Con tantas otras cosa interesantes que hay para verles! Pero las que nos acercamos a los 40 nos obsesionamos con esas tonterías, creyendo que cualquier cosa nos delata la edad. Si un solo hombre nos dice algo sobre el cuello, pensamos que todos los hombres del mundo les miran el cuello a las mujeres, cuando no es así. Conocí una mujer que a los 40 se hizo operó la piel de los codos, diciendo que tenía una piel sobrante muy fea : “ Dice mi marido que mis codos parecen dos ciruelas pasas ”. A ella le molestaba que su marido se burlara de sus codos, entonces prefirió lucir dos cicatrices en forma de líneas oscuras en vez de codos fláccidos. Obviamente, ese matrimonio no duró mucho: si un hombre se fija en tus codos, no le queda tiempo en fijarse en tu alma. Después de divorciarse, ella supo que había vivido con el único hombre del planeta que se fijaba en los codos de una mujer. Por desgracia, jamás encontró a otro que apreciara la diferencia y le dijera : “¡Qué codos tan tersos tienes!” Las mujeres creemos que la gente nos está mirando con lupa.Pero somos nosostras mismas las que nos miramos con microscopio . Sólo nosotras los notamos los cambios milimétricos que un día percibimos de golpe todos juntos y tanto nos acomplejan, Porque los hombres no se fijan en esas cosas. Los hombres no detectan la celulitis, ni las canas, ni las arrugas. Los hombres sólo detectan dos cosas: a) tetas grandes b) buen culo Si tienes estas dos cosas, estás a salvo. Y si no, tendrás que usar faldas muy cortas y escotes bajos que muestren ...lo que no tienes. Lo peor que nos pasar es llegar a los 40 con buenas piernas y buen culo...y que las minifaldas hayan pasado de moda. Momento de decisión: “¿Salgo sexy, pero pasada de moda, o elegante pero tapada como una mujer talibana?” Cierto día una amiga mía se estaba probando una minifalda nueva frente al espejo de su habitación mientras su marido miraba un partido de fútbol tumbado en la cama. De pronto, ella descubrió con horror unas incipientes venitas varicosas al costado de los muslos, que no había visto nunca antes. Pegó un grito que sobresaltó al marido: - ¿Qué te pasa? – preguntó él - ¡Dios mío! ¡Tengo las piernas azules de tantas várices! - No te preocupes, cariño ... - le dijo el marido- ¡El azul va con todo! Así son los hombres. Por eso debes saber que las venas en las manos, los codos arrugados y las venitas en los muslos son cosas que solo tu ves y a nadie más le importan. Mucho menos , a los hombres. Sólo tu sabes que tienes 40. Para ellos, mientras tengas buenas tetas y buen culo, que tengas 20 o 60, da igual. Cuando se siente atraído, ningún hombre saca la calculadora para saber si le vas o no. Le vas o no le vas, así de simple, tengas la edad que tengas. .

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